Enfermería en el Pirineo, un ejemplo a seguir
Hace unos cinco años, la conselleria de Universidades anunció un plan de ampliación de plazas del grado de Enfermería, que por primera vez planteaba implantarlo en el Pirineo. Lo cierto es que la Universitat de Lleida y la propia facultad recibieron con cierto escepticismo esta propuesta, porque activar una titulación requiere de recursos económicos (y el presupuesto destinado a la enseñanza no está sobrado de ellos, sino todo lo contrario) para disponer de los equipamientos y medios humanos y materiales suficientes, así como de un determinado número de centros para las prácticas. Finalmente, la buena voluntad de todos los implicados ha permitido que el martes comenzaran el curso 22 estudiantes de primero en Tremp. No son los 40 inicialmente previstos, pero no pasa nada. Es mejor adaptar el proyecto a la realidad y desarrollarlo sobre cimientos sólidos antes que querer empezar la casa por el tejado. Este es el segundo grado universitario que se imparte en el Pirineo tras el de Inefc en La Seu d’Urgell, que ya ha completado su primera promoción. No obstante, la puesta en marcha de este resultaba de entrada más fácil en el sentido de que las actividades en la montaña y el medio natural son cada vez más importantes dentro de este ámbito. Volviendo a Enfermería, los estudiantes de primero y segundo tendrán su sede en la capital del Jussà, donde también harán las prácticas, mientras que en tercero y cuarto se repartirán por las distintas comarcas de la veguería. Es una iniciativa que aporta valor añadido a todo el territorio, que contribuye a enraizar a los nuevos profesionales y demuestra que la formación de alta calidad también es posible en zonas poco pobladas. Hay que seguir apostando por proyectos estratégicos como este, que realmente ayudan al reequilibrio territorial, tanto en el sector público como en el privado. En lo que respecta al primero, la administración debería valorar la diferencia que hay entre una actuación como esta y otras más sencillas como el despliegue de delegaciones de las consellerias, que prácticamente solo aportan garantizar que haya un cierto número de puestos de trabajo fijo en las localidades agraciadas. Y el sector privado, con la colaboración del público, también debería romper esquemas mentales que le hacen descartar de entrada inversiones en zonas rurales. Parece que allí únicamente pueden impulsarse iniciativas relacionadas con el sector agroalimentario o con el turístico. ¿Por qué, por ejemplo, no es posible instalar una empresa de nuevas tecnologías en un municipio si este tiene la infraestructura necesaria para ello? Suele aducirse que están lejos de los nudos de comunicación, pero en un mundo digital esto no debería ser tan importante, y la distancia en tiempo entre buena parte del Pirineo y Lleida es menor que la que hay entre los lugares de residencia y de trabajo de muchos empleados y directivos en Barcelona.