Hambre de fiesta
La primera edición de la Fira MOS arrancó ayer con un indiscutible éxito de público. La apuesta por un formato festivo, abierto y gratuito ha logrado conectar con la ciudadanía, recuperando en cierto modo el espíritu popular que siempre caracterizó a la antigua Fira de Sant Miquel. La separación entre la vertiente lúdica y la profesional –con el certamen Agrobiotech Innovation Forum previsto para noviembre– supone un giro estratégico que busca reforzar las dos caras de una misma moneda. Sin embargo, la decisión también abre incógnitas. A nadie se le escapa que la competencia del salón madrileño Fruit Attraction en las mismas fechas que Sant Miquel-Eurofruit jugó en contra de Lleida y puso en evidencia las deficiencias que arrastraba el certamen leridano, con unas instalaciones a todas luces obsoletas. No podemos saber si el nuevo calendario conseguirá atraer a los expositores y compradores que tenían en Sant Miquel un punto de referencia y si noviembre será una fecha adecuada para consolidar el escaparate tecnológico y agroalimentario de la histórica feria con raíces en el siglo XIII, cuando el rey Jaume I concedió a Lleida el privilegio de celebrar un certamen anual. De momento, MOS ha demostrado que hay hambre de fiesta, pero también de reivindicación del Km0, con una apuesta por los productores locales. Al mismo tiempo, la nueva feria se ha presentado como un escenario estratégico de Catalunya como Región Mundial de la Gastronomía 2025. El departamento de Agricultura, a través de Prodeca, ha desplegado un programa intenso de catas, talleres y presentaciones que no solo muestran la riqueza del producto agroalimentario, sino que también conectan cocina, territorio y sociedad y refuerzan la idea de que la gastronomía es patrimonio cultural, motor económico y elemento de identidad colectiva. También la Diputación ha encontrado en MOS una inmejorable proyección de su programa Gust de Lleida y la Paeria, una plataforma para visualizar el gran anillo verde de la ciudad que es L’Horta. El próximo reto será, pues, garantizar que el traslado de la feria profesional no debilite su función de motor estratégico, sino que lo refuerce. Solo así, combinando celebración popular y capacidad de innovación, Lleida podrá mantener el prestigio de un certamen que aspira a seguir siendo un referente del sector primario. Es pronto para hacer balance, sobre todo desde la perspectiva económica. De momento, la nueva feria aprueba con nota como actividad de Festa Major. Falta ver cómo encaja esta vocación agroalimentaria con el Salón del Automóvil que se celebra de manera paralela en los Camps Elisis sin que haya una conexión clara entre ambos certámenes. Los famosos tractores se reducen a una exposición de vehículos históricos, lo que no deja de leerse como una metáfora de que la Fira de Sant Miquel ha vivido tiempos mejores y que el sector primario está en plena reconversión. Lleida, por tradición, no puede renunciar a liderar este futuro.