Cien años del gran terremoto de la Val d'Aran
Los seísmos se pueden producir en cualquier lugar del territorio catalán, pero son más frecuentes en el Pirineo, en la Selva y en la zona costera, muy raramente con daños generalizados
El Govern ha conmemorado este jueves en un acto en Vielha el centenario del terremoto de la Val d'Aran del 19 de noviembre de 1923, el más intenso ocurrido en el Pirineo catalán durante el siglo XX. Alcanzó una magnitud de entre 5,2 y 5,6, y una intensidad de grado VIII. No produjo ninguna víctima mortal ni heridos, sólo ganado muerto al hundirse un establo; colapsos parciales en el campanario de la iglesia de Sant Joan d'Arres y en la antigua capilla dera Mair de Diu de l'Artiga de Lin, así como grietas en muchas casas y caídas de tejas y chimeneas, según ha recordado la Generalitat.
En el acto de recuerdo han participado a la síndica de Aran, Maria Vergés, la directora del Instituto Cartográfico y Geológico de Catalunya (ICGC), Miriam Moysset, y la responsable de Protección Civil en el Alt Pirineu y Aran, Chaio Tavera.
Durante el acto, expertos del ICGC, de Protección Civil y de la Universidad de Barcelona (UB) han explicado los detalles del seísmo de 1923, han expuesto los estudios hechos en la falla norte de la Maladeta, origen de aquel terremoto, así como el conocimiento actual del riesgo sísmico de la zona, y han recordado los consejos de autoprotección en caso de seísmo.
Terremotos como el de la Val d'Aran de hace un siglo son muy infrecuentes en Catalunya, pueden ocurrir uno o dos cada siglo. La magnitud, que en este caso fue de entre 5.2 y 5.6, habla del tamaño del terremoto y todas las agencias sismológicas internacionales acostumbran a calcular el mismo valor para un mismo seísmo, aproximadamente.
En cambio, la intensidad hace referencia a cómo se percibe o qué efectos ha tenido aquel terremoto en un lugar determinado: como más cerca del epicentro, con más intensidad se percibe y cuanto más lejos, con menos. Es un valor que también está relacionado a la profundidad del seísmo, la aceleración del suelo, la geología del subsuelo, si la zona es mucho o poco poblada y a la calidad de los edificios. En el caso del seísmo de 1923, la intensidad fue de grado VIII, aunque no ocasionó víctimas y sólo daños materiales a ambos lados del Pirineo.
Para comparar, el terremoto de Lorca de 2011, de magnitud 5.2 e intensidad también de grado VIII, ocasionó nueve víctimas mortales y muchos daños a edificaciones. En aquel caso, el epicentro se encontraba muy cerca de zonas habitadas y la geología del subsuelo contribuyó a incrementar el daño.
Catalunya, una zona de sismicidad moderada
En Cataluña, la red sísmica registra anualmente una media de 1.000 terremotos, de los cuales sólo una o dos decenas llegan a ser percibidos por la población.
Los terremotos son fenómenos impredecibles, repentinos y recurrentes en el tiempo. La sismicidad en Catalunya se presenta de manera difusa, pero principalmente se localiza en las comarcas pirenaicas, la Selva y en la zona costera. Del estudio del catálogo de sismicidad, podemos concluir que en Catalunya cada año se producen por término medio cinco seísmos de magnitud superior a 3. Cada dos años y medio se registra un terremoto de magnitud superior a 4 y, aproximadamente cada 30 años, uno de magnitud 5.