SEGRE

AGRICULTURA

El ‘mar subterráneo’ de Lleida, fuente de abastecimiento para pequeñas explotaciones agrícolas y ganaderas, "fuera de la zona de policía"

La CHE, que autoriza a sacar 7.000 m3 al año, censa tres manantiales en Almenar, Rosselló y Gimenells

La construcción de una balsa de riego ha inundado la ubicación de la antigua Font del Fenollet. - E.B.D.

La construcción de una balsa de riego ha inundado la ubicación de la antigua Font del Fenollet. - E.B.D.

Lleida

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El mar subterráneo de las Planas de Raimat, el acuífero de casi 82 km² que va de Alfarràs a Alcarràs y de Lleida a Pla de la Font y cuya delimitación está tramitando la CHE (Confederación Hidrográfica del Ebro), lleva años sirviendo como fuente de abastecimiento para pequeñas explotaciones agrícolas y ganaderas, aunque el origen del recurso no se documentaba de manera correcta al desconocerse la existencia del acuífero. Se anotaba como cercano al Ribagorçana, el Segre, el Cinca o algún barranco pero “fuera de la zona de policía”.

En la masa de agua subterránea hay también tres afloramientos superficiales o surgencias naturales documentadas. Se ubican en Alguaire, Rosselló y Gimenells y sus recursos también se destinan a usos agropecuarios. Una de ellas, la antigua Font del Fenollet, localizada en el término de Almenar aunque próxima al casco urbano de Alguaire, ha desaparecido al engullir su emplazamiento una balsa de riego. La concesión de Gimenells vence en 2055 y la de Rosselló en 2043.

“Si se han hecho pozos es porque la gente utiliza ese agua”, explica Javier San Román, vicecomisario de Aguas de la CHE, que explica que las seis decenas de pozos responden al mismo perfil de aprovechamiento, que es el que regula el artículo 54 de la Ley de Aguas, el mismo que establece que “el propietario de una finca puede aprovechar las aguas pluviales que discurran por ella y las estancadas, dentro de sus linderos”.

Esos aprovechamientos, inscritos en el Registro de Aguas de la CHE, permiten utilizar en una explotación “aguas procedentes de manantiales situados en su interior y aprovechar en él aguas subterráneas” con un tope anual de 7.000 m3.

“Hay más de 30.000 aprovechamientos de este tipo en la cuenca del Ebro”, explica San Román, que destaca que los recursos extraídos con ese régimen “no se pueden aprovechar en otra parcela”.

La profundidad de los sondeos oscilan por lo general entre los tres y los diez metros, lo que apunta a una ubicación elevada de la lámina de agua del acuífero. Los pozos suman una posibilidad de extracción máxima de 420.000 m3 al año.

Un acuífero conectado con el gran colector residual del Segrià y la Franja

“Hacia el norte, en el área de Alguaire, entendemos que habrá poca agua porque no está dominada por el Canal de Aragón y Catalunya. Pensamos que habrá más al sur, en la zona de Raimat”, explica Javier San Román, vicecomisario de Aguas de la CHE (Confederación Hidrográfica del Ebro). Confirma que sus principales fuentes de alimentación son el agua de lluvia y los retornos del riego, y que “la descarga sale por el este hacia la cuenca del Noguera Ribagorçana y por el oeste hacia la Clamor Amarga”. Ese cauce, frontera histórica entre Aragón y Catalunya desde 1301, se ha convertido en el gran colector de aguas residuales de la actividad agraria, y de parte de la urbana y la industrial, del Segrià, la Llitera y el Baix Cinca. Aporta cada año al Cinca, y después al Segre y al Ebro, alrededor de 75 hm3 de agua con elevadas concentraciones de nutrientes y de nitratos. 

De hecho, el sensor de nitratos que la CHE instaló a finales de enero en su desembocadura ha detectado en los últimos tres meses de manera habitual concentraciones de 40 a 50 mg/l de nitrato cuando el máximo autorizado en el agua superficial son 25 y en la subterránea, 37,5. Y picos de 60 a 80 en marzo. “Cuando aumenta mucho el caudal también lo hace el nitrato”, explica San Román, que describe cómo cambia el arrastre de los residuos de la tierra en función de la intensidad de las precipitaciones: “cuando llueve poco hay dilución, pero cuando llueve mucho se produce un lavado” que aumenta la circulación de restos de abonos, sulfatos y plaguicidas. También el Canal de Aragón y Catalunya ha decidido aumentar la vigilancia sobre ese cauce coincidiendo con el despliegue de su plan de digitalización. “Vamos a digitalizar los desagües para controlarlos, porque hay colectores con tasas de nitratos superiores a la normativa”, expone Inés Samperi, técnico del canal. 

El programa incluye la instalación de lixímetros para medir la carga contaminante. Los estudios de la CHE señalan a la Clamor Amarga como uno de los puntos negros de la cuenca, con residuos de once plaguicidas y cotas altas incluso en meses como febrero.

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