ENERGÍA
Proyectan conectar 4.000 casas del Pirineo a calderas públicas de biomasa para tener calor
El CTFC redacta estudios para 8 pueblos de Lleida, con equipos que suman 32,4 MW de potencia, y prepara más. Impulsa la gestión forestal y la economía local y supone un ahorro de 10.021 tn de CO2

Obras este año en Naut Aran para desplegar un sistema de ‘district heating’. - AYUNTAMIENTO DE NAUT ARAN
❘ EL PONT DE SUERT El Centre Tecnològic i Forestal de Catalunya (CTFC) ha completado una serie de estudios para desplegar redes de calor en ocho núcleos de población del Pirineo de Lleida. El objetivo es suministrar calefacción y agua caliente a miles de hogares mediante calderas públicas que funcionen con biomasa forestal, sustituyendo progresivamente el uso de gas y gasóleo.
Las localidades de El Pont de Suert, Tremp, Llavorsí, Bellver de Cerdanya, Montellà, Coll de Nargó, Les y Sant Llorenç de Morunys son las primeras candidatas. En conjunto, más de 4.000 viviendas podrían conectarse a las futuras redes, con una potencia total de 32,4 megavatios y una demanda prevista de 50,9 gigavatios-hora al año. Para responder a esa necesidad, las calderas consumirían unas 19.500 toneladas de biomasa anuales, evitando la emisión de más de 10.000 toneladas de dióxido de carbono.
Paralelamente, el CTFC trabaja ya en nuevos estudios de viabilidad para los núcleos de Vilaller, Martinet, La Pobla de Segur y Alins, y en el marco del proyecto BoscAran, en Arròs, Vila, Les, Vielha e Mijaran y Bagergue. “Estos proyectos son el primer paso para que el Pirineo afronte la transición energética con soluciones propias y sostenibles”, explica Francesc Viaplana, responsable del CTFC, que añade que “hemos seleccionado localidades que ya tienen experiencia previa con calderas de biomasa y un conocimiento social de sus ventajas. Además, muchas disponen de bosques en propiedad municipal, lo que refuerza la economía local”.
Las redes de calor —district heating en su denominación técnica— consisten en un sistema de calderas públicas conectadas por un circuito de agua caliente que abastece a las viviendas del pueblo. Cada casa se enlaza al circuito mediante un intercambiador que sustituye la caldera individual. El sistema central se encarga de producir y distribuir el calor, de modo que los vecinos pagan solo por la energía consumida, con un coste menor que los combustibles fósiles. “Para los vecinos supondrá ahorro, seguridad y comodidad”, señala Paco Cano, técnico del CTFC: “En el Pirineo no tenemos alternativa. O apostamos por el pellet y la gestión forestal o seguiremos dependiendo de energías externas y contaminantes. Esto puede convertir la gestión del bosque en la primera industria de muchos pueblos”.
Estos estudios se enmarcan en un convenio impulsado por la dirección general de Políticas de Montaña y responde a las exigencias de la normativa europea que prevé la transformación de las calderas de gasoil y gas en 2040 a favor de las energías renovables. “Queremos que la transición no sea una carga, sino una oportunidad de desarrollo”, concluye Viaplana.
Un modelo habitual en regiones alpinas como el Tirol
Los anteproyectos elaborados por el CTFC servirán de base para que los ayuntamientos pirenaicos puedan optar a ayudas y financiación, tanto pública como privada, con el objetivo de desplegar redes de calor sostenibles. En la provincia de Lleida ya existe un caso pionero de este tipo de sistemas. Se trata de Vilaplana, en el municipio de la Baronia de Rialb, donde una instalación de calefacción urbana calienta ocho viviendas e incluso el asfalto de una calle para evitar heladas. En los últimos años también se han extendido estos proyectos para edificios públicos, como en La Pobla de Segur —que centraliza el calor de cinco inmuebles municipales—, Esterri d’Àneu, Llavorsí y La Seu d’Urgell. En Soriguera se estudian ahora iniciativas similares para los pueblos de Vilamur, Estac, Llagunes y Baro, que podrían convertir la gestión de biomasa forestal en un motor de economía circular y de aprovechamiento de los recursos locales. Este modelo, frecuente en regiones alpinas como el Tirol, ha demostrado que la energía de proximidad puede reducir emisiones y generar empleo estable en zonas de montaña.