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El Ejército revisa palmo a palmo la línea fronteriza con Andorra para trazarla con un margen de 5 centímetros

Revisa los mojones que fueron esculpidos en las rocas en tres campañas entre 1856 y 1863

Un acta de los notarios de Sant Julià de Lòria y La Seu de 1856 recoge la ubicación de los mojones. - EJÉRCITO DE TIERRA

Un acta de los notarios de Sant Julià de Lòria y La Seu de 1856 recoge la ubicación de los mojones. - EJÉRCITO DE TIERRA

Lleida

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El Ejército de Tierra ha revisado palmo a palmo, literalmente, la línea fronteriza sur de Andorra para supervisar y geolocalizar su trazado. Los trabajos, que se han desarrollado a lo largo de tres campañas desde 2023, tienen como objetivo determinar con métodos modernos el recorrido de esa línea, que se estableció en 1856 de forma paralela a la delimitación fronteriza de los estados español y francés a partir del Tratado de Bayona.

A este, fechado en ese mismo año para establecer la frontera entre España y Francia y que dejaba un hueco en la muga del Principat, se le fueron añadiendo ampliaciones en 1858, 1862, 1866 y 1868, mientras que la delimitación con el Principat fue establecida mediante un amojonamiento efectuado en 1856, 1858 y 1863.

En esa delimitación, recogida en un acta redactada por el notario andorrano Rossend Jordana y suscrita por su homónimo de La Seu Salvador Galindo, participaron varios cargos estatales de ambos lados de la frontera, como el síndico segundo de Andorra y el gobernador militar de La Seu, que fueron acompañados por representantes de los pueblos colindantes, que entonces eran Sant Julià de Lòria, la Massana, Arcabell, Argobell, Civís y Os.

Las conclusiones de las actuales campañas de delimitación, encuadradas en los trabajos de la Comisión Mixta Hispano-Andorrana para la Delimitación de la Frontera y en las que participaron por parte española miembros del Ceget (Centro Geográfico del Ejército) y del IGN (Instituto Geográfico Nacional), todavía no han sido difundidas.

Durante las jornadas de trabajo en el Pirineo, el personal del Ceget y del IGN fueron documentando, y geolocalizando con errores de precisión de menos de cinco centímetros, las señales que reseña el acta formalizada hace más de un siglo y medio. También revisaron varios puertos de montaña.

En la mayoría de los casos, y fuera de las líneas naturales que siguen marcando los cauces del Runer y del Valira, los mojones que marcan el límite fronterizo son cruces con las aspas de unos centímetros de longitud y talladas en piedra, cuya localización se veía complicada por el paso del tiempo. Algunas, con mayor frecuencia entre las ubicadas en umbrías (rocas orientadas al norte) y en zonas de poco tránsito humano y animal, habían sido ocultadas por el crecimiento del musgo, lo que obligó a los topógrafos a recurrir a una herramienta ya descatalogada.

Se trata de la vara castellana, una medida de 83,59 cm de longitud que fue utilizada cuando se redactó el acta para medir la distancia entre los mojones. La usaron manualmente para confirmar que las cruces eran las que reseñaba el documento.

El conflicto del parque solar reveló la endeblez de la delimitación

El conflicto fronterizo abierto hace cuatro años con el parque fotovoltaico del Planell de la Tossa, proyectado en la parroquia andorrana de La Massana y que ocupaba 50 m2 de suelo de Os de Civís, en el municipio de Les Valls de Valira, puso sobre la mesa la endeblez de la delimitación fronteriza, fijada por vez primera en una donación del Comte d’Urgell del año 1007 y no formalizada como tal hasta 1856. Esa muga siempre incluyó “terrenos faceros o emprivianos”, de uso común, como la Font de la Rabassa.

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