SEGRE

‘La choca’, una herencia de los celtas: “El aragonés choca y el catalán soca, del céltico tsukka”

Miles de familias revivirán mañana el rito pagano del tronco que da obsequios. La tradición deriva de otra en la que los ilergetas pedían al sol fuerza para las cosechas quemando leños

Un nen alimenta una ‘xoca’ en una casa de Benavarri. - EUGENIO MONESMA

Un nen alimenta una ‘xoca’ en una casa de Benavarri. - EUGENIO MONESMA

Lleida

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“Choca nadal / caga turrón / y mazapán”. En cientos de casas de la Franja se oirá mañana por la noche esa copla, cantada por niños mientras le pegan con palos al tronco al que han alimentado en los días previos y del que recibirán obsequios de todo tipo que extraerán de las cavidades del leño. 

Se trata de la tradición de la choca, la versión contemporánea (y privada) de otra de origen celta, y compartida en Catalunya con la soca, el tronc o el tió, que se remonta a tres milenios, a cuando los ilergetas poblaban los valles del Cinca y el Segre y la mayor parte del territorio de las actuales provincias de Huesca y de Lleida.

Tanto el rito como la denominación tienen origen celta. “El aragonés choca y el catalán soca, con idéntico significado, tienen un origen prerromano, probablemente del céltico tsukka”, explica Javier Giralt, presidente de la Academia Aragonesa de la Lenguam que remite a la obra de Joan Coromines, quien localizó derivados de ella en el alemán, el irlandés y el bretón.

Significa “tronco de un árbol”, señala el lingüista, que matiza que “se puede decir especialmente del de las coníferas resinosas” como el pino o el ciprés. La palabra varía por zonas: soca al sur de la Ribagorza y tronca al norte, pullizo y tizón en otros lugares.

La tradición hogareña de la choca se fue extendiendo a lo largo de la segunda mitad del siglo XX conforme iba languideciendo la versión popular del fuego de leña que ardía en las plazas de los pueblos durante la Navidad y coincidiendo con el solsticio de invierno. 

La leña ardía en unos casos los días 24 y 25 de diciembre y en otros la hoguera se mantenía hasta el 6 de enero y se convertía en un centro de reunión. De hecho, las fogatas de Reyes se enmarcan en la misma tradición.

El etnógrafo Eugenio Monesma recogió ese rito de fuego asociado al solsticio en su documental Calendario de la cebolla, tronca y calandrias: ritos y tradiciones de Navidad en el Pirineo español.

El fuego daba la bienvenida al nacimiento del sol con el solsticio, cuando la luz comienza a ganar tiempo a la oscuridad cada día. Además de en las plazas, en ocasiones el fuego se ubicaba en las ermitas o junto a los cementerios, en una reminiscencia del rito celta que pretendía iluminar a los muertos y facilitar el encuentro con los ancestros.

El otro objetivo de las hogueras guardaba relación con la fertilidad de la tierra, ya que trataba de ayudar al sol en su regeneración para que diera más fuerza a las cosechas. De hecho, las cenizas de la choca y las de la hoguera se vertían en los campos para abonarlos.

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