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Crisis y globalización dejan los pueblos sin apenas comercios

Los hornos de pan son unas de las víctimas de la crisis de precios y de modelo actual

Surgen iniciativas para revertir la situación

Crisi i globalització deixen els pobles sense gairebé comerços

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Decía el divulgador y mecenas Antoni Gelonch durante la presentación del seminario sobre el mundo rural celebrado en Lleida que en municipios como “Torregrossa, uno no puede comprar pescado fresco ni vetes i fils” sino que hay que ir a ciudades con la capitalidad de la cercana Mollerussa para acceder a estas especialidades. Una encuesta divulgada en Lleida hace quince años cifraba en más de 50 los municipios de Lleida sin ninguna tienda de ultramarinos, es decir, que los vecinos de estas localidades (entonces unos 10.000) deben cubrir necesidades básicas como la alimentación en otros municipios. Tres lustros después, la situación ha empeorado y sucesivas crisis económicas y sanitarias han acabado con una parte de los comercios tradicionales y tampoco garantizan el relevo de los que aún están en marcha.

Una de las víctimas más visibles del acoso de la globalización son los hornos de pan, con poco margen para la supervivencia. El incremento de costes de la materia prima y la luz les ponen contra las cuerdas, y les remata la competencia de las panaderías industriales.Aún así, hay negocios tradicionales que todavía resisten y a ellos se suman decenas de iniciativas de los nuevos pobladores del mundo rural dispuestos a generar economía km 0. Por ejemplo, el propio seminario de la nueva ruralidad sirvió para presentar un mapa que localiza unas 250 de estas iniciativas y se presentaron 12 en Lleida.Es difícil imaginar un pueblo pequeño sin un comercio local, porque este explica la forma de ser del primero. Y la forma en que se entienden sus vecinos. Actualmente, muchos oficios antiguos se mantienen en el imaginario por los apodos con que se conocen muchas casas de pueblo: Cal Baster, Cal Vaquer, Boter, Carreter o Carboner. En unas décadas podrá darse el caso de que oficios actualmente en vías de extinción como los de licorero, herrero o relojero se conozcan por las mismas vías. La desaparición de antiguos comecios se ha extendido como una plaga por todos los municipios, especialmente de una provincia rural como Lleida. Como ejemplo, un botón: en Guissona (máxima expresión de la globalización en Lleida y de sus peores efectos, con la llegada de refugiados de guerra o del cambio climático) aún se mantienen muchos oficios pero se han reducido a la mínima expresión. Hubo siete hornos de pan y subsiste uno, cal Carlos. Hubo también cinco carnicerías y solo queda Cal Meuet. Hubo también dos mercerías y ahora solo queda una. La última esperanza a las puertas de la Navidad: quienes fueron niños hace medio siglo compraban los jueguetes en Cal Conna, y todavía pueden hacerlo.

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