El lado oscuro de las redes: el tumulto digital después del drama
Los graves hechos del barrio de Cappont abrieron las puertas a cientos de comentarios en las redes que atentaban al honor de las víctimas y sus familias

Captura de algunos comentarios publicados en las redes después de borrar los comentarios porquería
El miércoles al mediodía, en la redacción de SEGRE, recibimos un aviso de que algo grave había pasado en el barrio de Cappont de Lleida. Al mismo instante se desplazaron periodistas, fotógrafos y compañeros de la televisión, para captar y comprender qué había pasado y cómo había pasado. El engranaje mediático de SEGRE fue perfecto: en cuestión de minutos pudimos avanzar con información real a los entornos digitales y a todas nuestras redes y canales de difusión, mientras los periodistas informaban al momento y preparaban la crónica para el diario del día siguiente.
Todo por un solo motivo: INFORMAR, con mayúsculas, a la población, de la verdad. Y la verdad era, es, que un hombre había asesinado a su yerno “por desavenencias familiares”. Así lo explicaba la excelente y cuidada crónica del compañero Albert Guerrero.
Otra verdad: un drama familiar con dos hijas menores de edad por en medio. Una familia entera destrozada. Y, después, las redes.
A media tarde nos alertaron de los mensajes ofensivos en las redes sociales. Retiramos mensajes. Lo hice. No solemos hacerlo, pero cuando algunos mensajes traspasan un cierto umbral alejado del mínimo respeto para las personas, hay que intervenir. Por respeto. Porque lo que se podía leer eran salvajadas. Y por no formar ni fomentar parte de las mentiras que, después de un caso así, podían circular en los comentarios de las publicaciones de SEGRE, hechas para informar correctamente a la población y evitar falsos rumores.
En TikTok e Instagram, muchos mensajes explicaban versiones falsas de los hechos. Todo a partir de un rumor falso que alguien lanzó con voluntad de hacer daño, que alguien repitió sin verificar y que muchos más propagaron en masa. Las redes sociales pueden ser un tumulto digital, que acelera la propagación de falsedades de manera exponencial, con consecuencias devastadoras para el honor de las víctimas y sus familias.
Apelar a la responsabilidad individual puede parecer naíf, pero hay que seguir haciéndolo. Tener un perfil en las redes no nos da permiso para atacar la verdad ni la dignidad de otras personas. Por otra parte, el periodismo también se enfrenta a un dilema constante: ser más valientes y transparentes en los detalles para evitar rumores, y al mismo tiempo soportar críticas por todos los lados. Es un equilibrio difícil, pero imprescindible.
Después de un drama de estas características, los falsos rumores se pueden convertir en un nuevo hecho devastador para los familiares: estrés, ansiedad, depresión, y una reputación y honor manchados durante meses o años. Cada comentario, cada rumor hecho sin contrastar, contribuye a este tumulto y da el salto de la pantalla para golpear personas, familias y vidas enteras, incluyendo en este caso –repito- menores por el medio.
En un mundo digital, la verdad y el respeto son armas de protección. Antes de compartir, pensemos en las vidas que podríamos dañar. No sólo es responsabilidad de los medios: es responsabilidad de todos nosotros.