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Pereza mental

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La pereza siempre es mental. Pensar cuesta y cansa, consume mucha energía. Para pensar hay que estar preparado, hay que haber estudiado, y tener conocimientos. Pero sobre todo hay que haber aprendido a analizar una situación, un reto, un problema; a reflexionar, a buscar alternativas y a construir una decisión. Pensamos poco, y si no se piensa no se toman las decisiones acertadas, no se perciben las consecuencias de los actos. Así, nos mantenemos en la zona de confort, en realidad, de falso confort. Es más cómodo no pensar y que otros lo hagan por nosotros. Esta es la gran tragedia de nuestros días.

A partir de las reflexiones del filósofo José Antonio Marina vislumbro que la pereza mental tiene dos justificaciones distintas; por un lado, la de los fanáticos y, por otro, la de los escépticos. Los primeros están tan seguros de sus ideas que ni se plantean cuestionárselas, mientras que los segundos opinan que no vale la pena cuestionárselas porque la mejora es imposible. El escepticismo es una manifestación del nihilismo o de la carencia de sentido. Siguiendo la clasificación de Marina, la tercera estirpe, la del crítico, es la que se pregunta, busca y cree que gracias al análisis, la experimentación y la deducción es posible progresar, acercarse a la verdad. Debemos promover por tanto el análisis y la crítica. Para ello hay que recuperar la asignatura de filosofía y que, en nuestras escuelas, al igual que sucede en las anglosajonas, se enseñe a debatir y a argumentar.

La sociedad del sobreentretenimiento (estar distraído con cualquier cosa) evita pensar e impide la reflexión. A la tradicional televisión basura se le han sumado ahora las redes sociales, la proliferación del insulto desde el anonimato detrás de una pantalla y un teclado, sin la más mínima argumentación que lo soporte y sin debate alguno. Si lo enfocáramos desde una perspectiva revolucionaria, a los poderosos les interesa fomentar el entretenimiento, organizar circos. Qué bien los sabían los emperadores romanos! Ahora nos dicen que nos pongamos cómodos frente a una pantalla y que no nos preocupemos de nada, que papá/mamá Estado nos cuidará y no nos faltará de nada. Sobre todo, que no se nos ocurra usar nuestra mente y analizar lo que están haciendo y pedirles explicaciones. Su objetivo es que nos dominen los impulsos y las emociones descontroladas. Las técnicas de neuromarketing buscan eso, la actuación precipitada e irreflexiva. No tienen nada de neuronal. El término neuromarketing es otra manipulación del lenguaje. Antes de actuar hay que preguntarse el porqué en vez de actuar de manera irreflexiva.

Lo más poderoso que tenemos y lo único que no nos pueden arrebatar es nuestra mente, lo que en ella tenemos, los circuitos y conexiones neuronales que hemos construido. Nuestros conocimientos y nuestros buenos hábitos, nuestras virtudes no nos las pueden arrebatar nunca, ni siquiera cuando estamos carentes de libertad, ni cuando perdemos nuestros bienes materiales.

Como líderes empresariales o familiares, como profesores, lo mejor que podemos enseñarles a nuestro equipo y a nuestros hijos es a pensar.

Combatamos la peor de las perezas, la mental, hagamos gimnasia mental. Primero pensar, analizar reflexionar, documentarnos y después actuar, en vez de cambiar el orden y actuar precipitadamente y cuando vemos el desastre buscar justificaciones y culpables.

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