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Hace un año, el entonces alcalde de Girona, Carles Puigdemont, fue el conejo de la chistera que sacó el President Artur Mas, que no había conseguido con Junts pel Sí el apoyo plebiscitario esperado, para sacudirse el cerco al que le sometía la CUP y evitar la repetición de elecciones. Mas daba un paso al lado para dirigir la renovación de su partido y dejaba el ejecutivo en manos de Puigdemont con la tutela de consejeros afines y el contrapeso de ERC, que con las encuestas en la mano rápidamente se desmarcó de cualquier posibilidad de repetir la coalición de Junts pel Sí. Doce meses después, volvemos a la situación de partida después de que Puigdemont hiciese oficial lo que había planteado desde un principio: no quiere ser el candidato a la presidencia, y la antigua Convergència, el PDeCAT, está sin candidato en un momento especialmente bajo en las encuestas, y tras la reunión del comité nacional del partido, la consellera y portavoz del Govern asegura que “Mas sería un grandísimo candidato”. Aunque todos digan que no es el momento e insistan en que las prioridades pasan por el referéndum y la hoja de ruta del procés, es evidente que todos contemplan la eventualidad de elecciones próximas y la necesidad de un candidato conocido y solvente, por lo que la posibilidad de deshacer el paso a un lado que hizo Mas es la más plausible a tenor de la situación en que se encuentra el PDeCAT. Queda en el aire la pregunta de por qué la antigua Convergència no ha sido capaz de convencer a Puigdemont para que mantenga su reto después de un año en que su gestión ha estado por encima de las expectativas, pese a la soga permanente de la CUP que le impidió aprobar los presupuestos y le obligó a una moción de confianza, ni tampoco de promocionar al posible candidato, sea Mas o una nueva alternativa, desde la plataforma del gobierno. Se plantea también la incógnita de cómo afectará el proceso judicial en que está inmerso el President Mas por el 9-N, que podría acabar en una posible inhabilitación y convertirle en “mártir” del procés, pero que también podría darle alas en una convocatoria electoral con marchamo de desobediencia y ruptura con Madrid. Y entre las numerosas incógnitas pendientes, también habrá que despejar los efectos del acercamiento a los comunes y comprobar si se ensancha el espectro independentista o se rebaja la contundencia de la hoja de ruta. Nos espera un 2017 apasionante.

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