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Era el fatídico 7 de octubre cuando Hamás protagonizó un sorpresivo ataque desde la Franja de Gaza hacia el sur de Israel, por muchos considerado como el peor que ha sufrido el país desde su creación y dejando en evidencia sus, en teoría, sofisticadísimos sistemas de inteligencia. En respuesta, el gobierno israelí declaró la guerra el día después, autorizando “acciones militares significativas” contra el grupo terrorista palestino pero, como es de esperar en cualquier guerra, los misiles y las bombas no saben distinguir entre población civil y los miembros de Hamás. Veintidós días después de desatarse este infierno, las víctimas mortales se cuentan por millares: unas 8.000 por parte palestina, frente a las 1.500 hebreas. Ante este balance aterrador, que no para de crecer, la ONU volvió a levantar ayer la voz alertando de que la cifra de civiles fallecidos en esta zona es “totalmente inaceptable”. En un discurso desde Nepal, el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, dijo que la protección de los civiles es “primordial”, mientras que la Organización Mundial de la Salud, la OMS, expresaba su profunda “preocupación” por el hecho de que Israel reclamase a la Media Luna en Palestina evacuar el hospital Al Quds, con cientos de pacientes, antes de un posible bombardeo. Y por si no fueran pocos los toques de atención al gobierno de Benjamin Netanyahu por los incesantes ataques a Gaza, a los que hace oídos sordos, también ayer el asesor de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Jake Sullivan, fue meridianamente claro al pedir al primer ministro de Israel que asuma su responsabilidad y contenga el repunte de violencia orquestada por los colonos israelíes contra la población palestina de Cisjordania. “Netanyahu es responsable de contener a los colonos”, declaró Sullivan en lo que describió como episodios “totalmente inaceptables” de persecución a los palestinos, precedida de meses de hostigamiento impulsado por los socios ultranacionalistas de la antigua coalición de Gobierno del primer ministro. Ante tal desconcierto y desesperación por la crisis humanitaria, que ha obligado a millones de personas a dejar sus casas para ir no se sabe dónde, no es de extrañar que miles de ellas hayan irrumpido en los almacenes y centros de distribución de la ONU en el centro y el sur de Gaza para hacerse con harina y elementos básicos de supervivencia, en lo que la organización considera ya como el principio del resquebrajamiento del “orden cívico” en el enclave. “Esta es una señal de que la gente está perdiendo la esperanza y volviéndose cada vez más desesperada. Pasan hambre, están aislados y llevan tres semanas sufriendo violencia y una inmensa angustia”, lamentó el director del Programa Nacional de Alimentos de la ONU para Palestina, Samer Abdeljaber. La situación es pues insostenible y es del todo imprescindible poner fin a esta locura.

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