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L’ull i el sextant

L'ull i el sextant - SEGRE

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El sextante es un instrumento concebido para calcular distancias y orientarnos en la navegación. Miquel-Lluís Muntané recurre a él para el título de su libro más reciente, L'ull i el sextant, donde reencontramos la mirada lúcida y reflexiva de uno de nuestros escritores más completos.

El volumen lo encabeza un prólogo del poeta y profesor Jordi Virallonga, donde anota: “la poesía de Miquel-Lluís Muntané se parece mucho a él mismo: una poesía serena, descriptiva, honesta, rigurosa, una poesía que celebra, pero no enloquece”. Virallonga lo afianzará más adelante refiriéndose también a “la austeridad vitalista” y a “un esencialismo de profundidad humanista” dentro de la obra de Muntané, que estructura el libro en una serie de agrupaciones de tres poemas, aunque la primera contiene una secuencia de cinco poemas y el último conjunto es de dos poemas.

El trabajo formal que hace Miquel-Lluís Muntané es, por todas partes, exquisito, y el aliento y el ritmo de cada texto son nítidos y precisos, con una partitura sonora que captamos claramente desde el inicio. Al final del libro, Muntané ha incluido varios poemas que no están reunidos bajo un mismo título. Entre estos últimos hay uno, Divisa, donde Muntané expresa su manera de entender la vida. Empieza así: “Comprender el idioma de la piel”, toda una invocación a la sensualidad y la ternura, y acaba con estos versos, que constituyen una declaración de intenciones: “Levantarse repuesto y, sobre todo,/ saber que no hay apuesta sin riesgo.”

L'ull i el sextant tiene un aire contemplativo y sapiencial, que se nutre de una observación atenta del mundo y de un juicio crítico, empapado a menudo de ironía, pero siempre lejos de la indiferencia, la crueldad o la violencia. A la serie de poemas de Mans, Muntané, que, como he señalado, es un poeta de pensamiento, apunta: “En un espejo cabe toda la vida.” A Perfil de dona en clarobscur: “El prodigio se escribe con palabras sencillas/ y es con gestos pequeños que aprendemos la grandeza” y, a El rellotger de Hillgate, Muntané concluye: “entender el tiempo es el arte por excelencia.”

Pero el anhelo de saber no impide, bien al contrario, la ironía, el misterio y el símbolo, que enriquecen poderosamente el lenguaje literario de Muntané, aportándole capas de lectura y de sentido.

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