Comunidad y sacrificio
En medio de la era de la individualidad, hemos olvidado el valor del "nosotros"
Hace poco, fue mi cumpleaños. Trabajé todo el día y salí del trabajo a las diez de la noche. No pensaba celebrarlo: mi familia está lejos y, siendo un día entre semana, la mayoría de mis amigos madrugan a las cinco. Pero al salir, allí estaban todos, esperándome en la puerta del local, con las velas encendidas y una sonrisa. Nada me hizo más feliz.
Vivimos en la era de la individualidad: eficiente, productiva, conveniente. Pero en medio del yo, hemos olvidado el valor del nosotros. Esta sociedad del consumo, con su ritmo frenético y su aparente conexión constante, nos ha ido separando más de lo que creamos.
Y no obstante, todos anhelamos pertenecer a alguna cosa, sentirnos parte de una comunidad. Lo olvidamos, pero eso requiere sacrificio: implica estar, incluso cuando no apetece o no conviene. Porque estar para los tuyos, es quizás el último acto profundamente humano que nos queda.