SEGRE

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A copiar en cualquier manifestación artística se le denomina plagio. El cine lo ha legalizado denominándolo remake, y como el séptimo arte tiene mucho de vampírico, pues no solo no sorprende sino que para parte de las nuevas generaciones el referente será ese, la imitación actualizada. Los siete magníficos de Antoine Fuqua, especializado en cine de acción y en cuya filmografía destaca Training Day –potente y corrupta observación del drama policial–, realiza aquí una adaptación de otra adaptación, ya que a la épica Los 7 samuráis (1954) de Akira Kurosawa –indiscutible obra maestra–, el notable John Sturges le dio otra vuelta de tuerca trasladando al territorio del western a siete inadaptados con vocación de héroes anónimos en Los siete magníficos (1960), donde un reparto estelar y una banda sonora de Elmer Bernstein que ha devenido todo un clásico, y que Fuqua tiene el detalle de recordar, marcaron época en el género. Ahora, con Denzel Washington al frente y con un grupo actoral que representan con efectividad sus roles de perdedores con posibilidad de redención, se ha logrado una película eficaz, en la que los códigos no cambian pero sí el objetivo, y la venganza cobra más trascendencia que la generosidad, amén de un clímax con mucho más ruido, balas y pólvora que su antecesora, y donde antes había un pueblo mexicano oprimido por el jocoso Caldera (Eli Wallach) y sus bandidos ahora hay un cruel empresario con decenas de asesinos a sueldo, a los que hará frente un crisol de razas personificadas en estos siete tipos duros, eso sí, sin el carisma de Yul Brinner, Steve McQueen, Charles Bronson o James Coburn. Eso es otra cosa, eso es legendario.

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