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Para Anxo Pérez, todo en la vida se puede dividir en dos grupos, “lo útil y lo inútil, lo rentable y lo no rentable, lo que es esencial y lo que no lo es, lo que deberías estar haciendo ahora y lo que no”. De hecho, la dualidad es necesaria para poder calificar y dimensionar la mayoría de cosas. Cuando decimos que una persona es trabajadora es porque hay alguien que no lo es; para que alguien sea bueno necesitamos que exista alguien que sea malo. No existe nada si no tiene su opuesto.

Según este exitoso emprendedor, el problema surge cuando cogemos algo del grupo útil y también algo del grupo no útil, ya que lo segundo diluye lo primero. La dilución es el motivo por el que trabajar más no se traduce en más trabajo y estudiar más no se traduce en más estudio.

Por eso diluir significa “robar protagonismo”. Cada vez que hacemos una tarea que debemos hacer y otra que no deberíamos estar haciendo, la mala diluye a la buena.

Mucho se ha escrito sobre la productividad y el rendimiento. La Comisión Europea sitúa a España en la cola de la productividad laboral europea en 2019. Los expertos afirman que una economía puede crecer a fuerza de añadir gente trabajando o de hacer más con los que ya se tiene. En mi opinión, hacer más no quiere decir trabajar más. Precisamente el problema se centra en que diluimos nuestros esfuerzos en cosas que no resultan útiles. Doctor, ¿tiene esto solución? Veamos.

En las organizaciones, el líder del equipo debe ser el guía que nos ayude a identificar lo importante y necesario, a centrarnos en lo que es útil en nuestro trabajo diario, para conseguir que seamos más productivos. Es el líder quien debe focalizar nuestros esfuerzos en aquellas tareas claramente orientadas a alcanzar los objetivos marcados. Y, sobre todo, es el responsable de dimensionar adecuadamente las tareas a realizar por cada trabajador. Una excesiva carga de trabajo puede producir desmotivación y desidia. La clave va a ser hacer lo mismo en menos tiempo, por lo tanto, ser más eficiente. No consiste en estar horas y horas, sino en aprovechar el tiempo de trabajo.

Como la productividad nunca es un accidente, que pasa casualmente, sino que es el resultado de un compromiso con la excelencia, la planificación inteligente, y de un esfuerzo bien enfocado, nos aventuramos a compartir algunas recomendaciones que la condicionan.

– Priorizar, organizarnos. En muchas ocasiones, menos es más.

– Implementar el trabajo por objetivos y no por horas. Un trabajador no es mejor por estar más horas en su puesto. Hay que desterrar la cultura del “presentismo”.

– Establecer o revisar los procesos existentes y las funciones y actividades a realizar por cada trabajador.

– Implantar la medición y análisis del rendimiento para poder tomar decisiones acertadas.

– Poner a disposición de los trabajadores los recursos necesarios.

– Impulsar todo aquello que funciona muy bien.

– Inculcar una cultura dirigida a valorar el tiempo. ¿Te suena? “El tiempo es oro.”

El duelo está servido: trabajador ocupado vs. trabajador productivo. Que gane este último pasa, entre otras cosas, por evitar al máximo que nos diluyamos. Solo de esta manera aumentará nuestra productividad, mejorará nuestra motivación y nos ayudará a generar tiempo para dedicarlo a algo tan importante como el ocio.

Peter Drucker, considerado el mayor filósofo de la administración del siglo XX, lo tenía muy claro cuando afirmó que “nada es menos productivo que hacer de forma más eficiente cosas que no deberías hacer”. Ya sabes, toca no diluirse.

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