Liderazgo ágil: dirigir sin estorbar
(*) Cofundador y Chief Business Officer de TalensIA HR, Ingeniero, Executive MBA y Consultor de Talento y HRBP
Hay una escena que siempre me ronda por la cabeza cuando pienso en liderazgo ágil. Una tarde cualquiera, en una pequeña startup, el director se dio cuenta de que el equipo parecía estancado. Reuniones largas, correos innecesarios, decisiones eternas. Así que, de repente, simplemente dejó de hablar tanto. Empezó a preguntar y a escuchar más. Y la empresa, curiosamente, empezó a funcionar más rápido.
A veces, liderar es quitar peso, no ponerlo.
El liderazgo ágil nace de esa idea: un liderazgo que se adapta, que acompaña, que no se obsesiona con el control, porque la innovación no entiende de cadenas, sino de caminos abiertos. No es una receta mágica: hay días que funciona, y otros que no. Y ahí está el reto… y, honestamente, también la belleza.
Lo que hace ágil a un líder:
1. Escuchar con intención (no por quedar bien): parece obvio, pero es increíble la cantidad de conversaciones donde solo esperamos nuestro turno para contestar. Un líder ágil escucha para actuar; o para no hacer nada extra, que también es actuar.
2. Aceptar errores más rápido que el resto: si el jefe no admite fallos, nadie lo hará. Y sin fallos no hay mejora. Y sin mejora… adiós a lo ágil.
3. Simplificar (a veces duele): reducir procesos, recortar documentación, eliminar reuniones. Ser ágil es a veces borrar lo que antes parecía “imprescindible”.
Ejemplo real de la vida, no de manual: la startup TalensIA HR, dedicada a soluciones de gestión de talento por competencias e IA emocional (sí, existe, y es tan loca como suena), decidió hace unos meses eliminar el famosísimo Excel semanal de tareas. Era un archivo con más colores que una fiesta neón, y actualizarlos consumía tanto que los proyectos se retrasaban solo por “hacerlo bonito”. Lo sobrevivieron. No hubo catástrofe. Lo que hicieron fue un tablero digital simple, sin colores, sin nombres de columnas sacadas de Harvard. Tres columnas: pendiente, en progreso y hecho.
El impacto fue tan tonto que resulta brillante: tiempo liberado, decisiones más rápidas y empleados que dejaron de discutir si el azul o el verde era “urgente nivel al cuadrado”.
Tips prácticos para liderar con agilidad:
-Pregunta cada semana qué puedes eliminar, no qué puedes añadir. Lo que sobra, pesa.
-Deja claro el objetivo, pero no el camino. Si cada paso está diseñado por ti, serás líder, sí, pero también cuello de botella.
-Celebra las mejoras pequeñas. Lo gigante nace de lo mínimo (aunque no suene épico).
-No busques la perfección; busca el avance. Perfecto llega tarde. Ágil llega a tiempo.
¿Es para todas las organizaciones? Ojalá dijera que sí, pero no. Hay culturas que todavía viven aferradas a la idea de que líder es igual a jefe y jefe es igual a control. Cambiar eso puede ser incómodo, incluso conflictivo. Pero el cambio empieza siempre pequeño. Tal vez no puedas aplicar un Scrum perfecto o un Kanban bonito, pero puedes empezar por pedir opinión y realmente usarla. Eso ya es transformación.
El liderazgo ágil es un compromiso con las personas, no con los procesos. Con la escucha, no con los discursos. Con la adaptación, no con la rigidez. No se trata de ser modernos por moda, sino de trabajar de una forma más humana y, curiosamente, más eficiente.
Y, si un día fallas en intentar ser ágil, no pasa nada. Mañana puedes volver a intentarlo. Eso también es ser ágil.