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Un fotograma de la pel·lícula d’animació ‘Dispararon al pianista’.

Un fotograma de la película de animación ‘Dispararon al pianista’.

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DISPARARON AL PIANISTA

★★★★✩

Chega de Saudade (Basta de tristeza) es una maravillosa canción de Vinicius de Moraes con música de otro gigante, Antonio Carlos Jobim, que planea en algunos momentos por esta película cargada de sentimientos. Saudade, una bella palabra para definir la tristeza, la melancolía, la nostalgia, y esa es la sensación que transmite Dispararon al pianista, aunque tras la tragedia que describe hay encanto sin límite, conocimiento y mucha sensibilidad. Fernando Trueba junto con Javier Mariscal ya demostraron con la maravillosa Chico y Rita una sólida complicidad, una perfecta simbiosis a la hora de combinar imágenes animadas con música. Trueba es un hombre sabio, una enciclopedia de ritmos, estilos y músicos que le han robado el alma, pero además es un hombre de cine y sabe cómo expresar en cada plano sus ideas. Por otra parte, Mariscal, con la paciencia del que ha tardado cuatro años en un trabajo de pura artesanía, abre una paleta infinita de colores vivos, de ambientes, de calles, de cálida luz marítima y locales nocturnos que asombran.Dispararon al pianista no trabaja la ficción. Se mueve por territorios de lo real con la voluntad de devolver el recuerdo de un extraordinario músico brasileño, Tenorio Júnior, pianista habitual de Vinicius de Moraes y un sobresaliente mago frente a las teclas de un piano que el infortunio, un momento oscuro, lo llevó a la desaparición –que es la palabra que utilizan los criminales de estado para definir a los asesinados, “desaparecido”.A modo de documental, en Dispararon al pianista el hilo conductor es un periodista musical neoyorkino que se encuentra escribiendo un libro sobre la época más maravillosa de la Bossa Nova y de la Samba Jazz en Brasil, y que, tras conocer por casualidad la música de Tenorio Júnior, queda tan fascinado que decide dar a conocer su historia, conmovedora, trágica, pero cargada de música. Para Tenorio la música, la familia y sus amigos eran el aliento de su vida, una vida rota en 1976 en Buenos Aires durante una gira cuando salió una noche a comprar algo para comer y a una farmacia, y un Ford Falcon –los autos que usaba la dictadura argentina– aparcó junto a él, lo metieron dentro y desapareció para siempre.Numerosas entrevistas a lo mejor de la música brasileña, a la familia que quedó con ese lugar vacío que dejan las ausencias, material de archivo e investigaciones, nos devuelven su figura a la vida, porque a pesar de conducirnos a un hecho terrible hay mucha energía en esta película de asombrosa animación, hay música –de la mejor–, recuerdo a las figuras y a los poetas de la Bossa Nova, incluso a músicos estadounidenses como el gran pianista Bill Evans. Hasta la Nouvelle Vague transita por esta historia delicada, que es un doble homenaje: a Tenorio Júnior y su injusta muerte y a los músicos, a los acordes y sonidos que son magia, que nos acompañan siempre, porque sin ellos, sin su música, seríamos bien poca cosa.

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