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BANDA APARTE

★★★★★

Escribir sobre este hombre de cine es un tanto osado después de tantas publicaciones, ensayos y análisis sobre su obra, ya desde su primer largometraje, À bout de souffle, escrita por Godard conjuntamente con Truffaut y pieza básica del rupturista movimiento de la Nouvelle Vague, pasando por su etapa políticamente comprometida hasta llegar a esa devoción por el montaje y por nuevas formas de expresión cinematográficas mostradas en Adieu au language y en Le Livre d’image. Ahora –hoy jueves concretamente– se recupera uno de los títulos más emblemáticos de este gran realizador, Bande à part, un trabajo en el que se reafirma un nuevo modo de hacer cine y se aportan nuevas directrices, una particular visión donde poder evidenciar un carácter innovador que incluso después de sesenta años sigue vigente, admirado y provocador. En Bande à part, Godard adapta una novela barata de serie negra, Fool’s Gold, de Dolores Hitchens, y la traslada a París para presentarnos a tres personajes muy bien definidos, totalmente opuestos entre sí. Por un lado, la joven Odile (papel interpretado por la musa de la Nouvelle Vague y esposa de Godard, Anna Karina), una joven de carácter inocente que entabla una peligrosa amistad con dos delincuentes de tres al cuarto, Arthur y Franz –roles a cargo de Claude Brasseur y Sami Frey–, que la utilizarán para llevar a cabo un robo a unos ricos parientes de la chica.Arthur es un personaje oscuro, violento, alocado y con vocación de malhechor, mientras que Franz es introvertido, sin ánimo de seguir el ritmo de su amigo.En la película se intercala una voz en off que se alterna con los diálogos. La fotografía de Raoul Coutard –que trabajó con Godard en la mayoría de sus películas– muestra un tiempo, un París de los 60 alejado de la imagen de postal que deviene en memoria de aquella ciudad a través de un raudo descapotable. Una película que fugazmente homenajea a la Nouvelle Vague en un rótulo, que demuestra que un minuto de silencio es eterno en el cine, aunque aquí solo dure la mitad, que correr por los pasillos del Louvre le sirvió a Bernardo Bertolucci para homenajear esta película en The Dreamers y que la escena entre los tres personajes en un bar al ritmo del baile de moda en los 60, el Madison, deviene mítica. Incluso ese jocoso Happy End que Godard coloca rompiendo con el drama y casi en tono de burla a los finales típicos del cine americano.Bande à part, junto a títulos como À bout de souffle, Le mépris, Pierrot le Fou, Alphaville, Vivre sa vie, Une femme est une femme, Masculin, féminin o La Chinoise, no solo son clásicos del cine europeo. Son pura historia del cine, cuyo responsable deviene como un cineasta irrepetible.

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