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El veterano realizador Costa-Gavras, fabricante de algunas muestras de gran cine, ronda ya los 92 años de edad y es sabedor de que tenemos una caducidad. Tal vez por ello, porque por lógica las hojas de su calendario vital ya se han ido cayendo, se enfrenta a un tema que siempre está presente, la muerte, y sin hacer ruido, delicadamente, nos introduce en esa batalla perdida de antemano. Y lo hace desde la mirada de quienes ante la imposibilidad de curar porque la enfermedad es ya irreversible, ayudan al paciente en esa situación límite, en evitarle sufrimientos, en que el deterioro físico no lo haga padecer cuando el cuerpo dice basta.

Costa-Gavras utiliza dos personajes que juntos nos conducen a situaciones en torno a la muerte digna, en ayudar y tender una mano que dé consuelo en los momentos finales. Esta no es una película sobre la eutanasia. Se centra en un médico todo sentimiento y volcado en sus pacientes terminales, un profesional de la Unidad de Cuidados Paliativos, y un filósofo que teme en su inseguridad por su salud marcada por unos resultados médicos que lo preocupan enormemente. Ambos recorrerán esas habitaciones donde se encuentran pacientes con la inminencia de la muerte presente. Uno es un observador de situaciones que se presentan ante doctor y en su capacidad para saber confrontarlas, sin dramatismos, pues El último suspiro huye de situaciones rebuscadas y trágicas. Nos habla de la vida y de la muerte como algo real, de cómo enfrentarse a la realidad sabiendo marcar los momentos frente a la difícil aceptación familiar, en ese instinto natural de pervivir, de inconformismo tan humano como el que en algún caso se muestra en la película.

El último suspiro es un trabajo serio, en el que se exponen formas desemejantes entre sí que avanzan hacia un mismo destino.

La muerte, algo tan presente, como señala Diego Manrique en Coplas a la muerte de su padre: “Recuerde el alma dormida, avive el seso y despierte contemplando cómo se pasa la vida, cómo viene la muerte tan callando; cuán presto se va el placer; cómo después de acordado da dolor; cómo a nuestro parecer cualquiera tiempo pasado fue mejor”.

O como lo muestra nuestra escritora Teresa Ibars en La mort de l’altre: “Penso que, en general, parlem poc de la mort; de com la desaparició de les persones afecta els qui pateixen la pèrdua. I res torna a ser el mateix”.

Un sentimental y mesurado trabajo de un cineasta que, en su sabiduría, nos habla de la muerte y deja una ventana abierta a la vida, sin obviar lo que la muerte causa, la ausencia, el fin de los días y un vacío irremplazable.

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