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E l cineasta Manuel Gómez Pereira siempre se ha movido bien en el campo de la comedia y, junto a Joaquín Oristrell y Yolanda García Serrano en el guion, ofrecen con esta película algunas situaciones desmadradas, de esas que hacen esbozar una sonrisa incluso en un fondo dramático que no quiere horadar en su sentido trágico más de lo necesario pese a que La cena conserve cierto halo de derrota, de ganador equivocado. Aquí, un Franco representado como un auténtico memo, tan abúlico y de presencia casi ausente totalmente opuesto a aquel dictador cínico y mandón de Madregilda (1993) de Francisco Regueiro, que interpretó con gracia Juan Echanove.

En La cena, Franco es solamente un elemento decorativo ya que el peso de la trama lo llevan, por un lado, un Mario Casas desorientado y en permanente conflicto consigo mismo, un teniente encargado de organizar al poco de finalizar la guerra una cena militar en el Palace, reconvertido en hospital y reestructurado a marchas forzadas como comedor para los vencedores y, por el otro, un estupendo Alberto San Juan -Premio al mejor actor junto a Guillermo Francella por Playa de lobos, y también la La cena como mejor película en el pasado festival de Begur-, maître del lugar, un superviviente con enorme psicología. Un personaje que va salvando obstáculos tanto de infraestructura como de encargado en conseguir alimentos adecuados para la ocasión, aparte de esconder un secreto en tan represiva sociedad fascista.

La cena adapta la obra teatral La cena de los generales firmada por José Luis Alonso de Santos, y tiene ese aire coral de comedia amarga, pero guardando momentos divertidos partiendo de la premisa de que los mejores cocineros para tan especial banquete son rojos rescatados cuando estaban a punto de ser pasados por las armas, y que en momentos de respiro entre fogones solo les mueve la idea de escapar.

La película muestra diversos arquetipos dentro de su reparto, como ese oficial falangista interpretado por Asier Etxeandia, un psicópata de manual, la esposa del teniente infiel por ambición, camareros del bando nacional en contraposición con los que están al frente de la cocina o la joven pareja que sueña un mundo mejor lejos del entorno en que se encuentran.

La Guerra Civil y la posguerra han dado algunas magnificas comedias dramáticas con Ay, Carmela (1990) de Carlos Saura como paradigma, y La cena sigue dentro de esa línea sobre aquellos malos tiempos, de esas dos Españas irreconciliables, la que pretende perdurar con su nefasta memoria a cuestas y la que, por derecho, no perdona.

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