El sentimiento de culpa
Seguimos a un indigente en su recorrido por las calles de la ciudad rumana de Cluj cargado de latas vacías, mendigando en las terrazas de los bares, maldiciendo constantemente en su persistente caminar para acabar refugiándose en el cuarto de calderas de un edificio condenado a convertirse en un hotel de lujo que le ha servido de techo durante largo tiempo. Tiempo que se le termina cuando una agente de los servicios sociales le insta por orden judicial a abandonar. Él era un exatleta destruido por el alcohol, y al saberse desalojado, decide suicidarse. Este hecho creará en la mujer un fuerte sentimiento de culpa, algo que irá arrastrando intentando justificarse en sus conversaciones con un jefe con pocos escrúpulos morales, con su madre húngara y despechada, con una amiga que también tiene una historia sobre vagabundos, con su marido, al que empuja a irse de vacaciones con sus tres hijos para estar sola con su depresión, con un sacerdote que todo lo arregla con la Biblia, incluso con un exalumno de cuando ella era profesora de Derecho y ahora repartidor, un joven bastante plomizo con sus historias Zen con el que pasará una noche de total embriaguez.
Kontinental ‘25 posee situaciones absurdas dentro de la desolación de una Rumanía mostrada sin reserva por el realizador Radu Jude. Un país especulativo, de un nacionalismo rancio, enmascarado en la hipocresía sobre los problemas del mundo y los propios, con falta de honestidad, de un salvaje empuje capitalista inmobiliario. Un implacable retrato de la realidad que Radu Jude denuncia a través de conversaciones filmadas con muy poco para decir mucho, y con esa ciudad transilvana, Cluj, que muestra en instantáneas de edificios, estatuas, iglesias y finalmente, en esas grandes viviendas en construcción, que son obra de la fiebre especulativa.
Este director rumano mira al cine de cerca, incluso lo homenajea con una mención a Perfect Days (2023) de Wim Wenders, con el cartel de El bruto (1953) de Luis Buñuel, y con otro de Europa ‘51 (1951) de Roberto Rossellini, una inspiración segura para esta película que le ha valido el Oso de Plata en el pasado Festival de Berlín.
Una Kontinental ‘25 elaborada con la austeridad de haber filmado con un IPhone, porque al director de Un polvo desafortunado o porno loco (2021) -película con la que logró el Oso de Oro en Berlín-, y de No esperes demasiado del fin del mundo (2023) no le hacen falta grandes recursos y medios para lo que quiere decir y mostrar, construyendo una historia tan colmada de recelo como de cómica ironía en estos tiempos que corren hoy en día.