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Hoy ha muerto mamá. O quizá fue ayer. No lo sé. Recibí un telegrama del asilo: “Falleció su madre. Entierro mañana. Sentidas condolencias”. Pero no quiere decir nada. Quizá haya sido ayer”.

De este modo comienza una de las novelas más poderosas y provocativas de la literatura cuyo autor, Albert Camus, nos muestra lo absurdo de la existencia, su crítica social a través de un personaje enigmático e impasible, un hombre aislado de todo lo que le rodea a través de una postura ante la vida tan inescrutable como ausente.

François Ozon, a través de una hermosa fotografía en blanco y negro a cargo de Manuel Dacosse, elegante con escenas impecablemente desarrolladas -tal y como hizo en 2016 el director de fotografía, Pascal Martí en Frantz, una película de gran sensibilidad también filmada por Ozon-, se adentra con El extranjero en una respetuosa adaptación con cambios mínimos y dando cuerpo, mirada, rostro y silencio turbador a la figura de un personaje extraño, Meursault, un ciudadano francés que vive en el Argel de los años 30 y que fumando lo observa todo a través de los rayos de luz que invaden su humilde apartamento. Camina como ausente por las calles hacia su trabajo como contable. Su jefe le dice en una ocasión cuando le propone ir a trabajar a París, algo que a Meursault le da igual, como todo: la falta de ambición es mala para el negocio. Se va bañar a la playa de Les Bains d’Alger, mantiene una relación con una joven que lo ama y se desorienta con la conducta de un hombre al que parece que la vida le resbala.

Incluso cuando ella le pregunta si quiere casarse, él le responde que sí, que no, le da lo mismo. Mantiene una extraña amistad con su vecino, un matón, un tipo violento y maltratador, y con un viejo que ha perdido a su perro y lo añora, todo ello dentro de una apatía evidente.

La muerte de su madre lo lleva hasta Marengo, a casi cien kilómetros de Argel.

Camina bajo un sol abrasador hasta el asilo y asiste al velatorio sin mostrar ninguna sensación de pesadumbre y regresa para involucrarse en un hecho criminal que lo ha de llevar a un juicio que lo condenará a muerte.

Meursault siempre dice la verdad con sus escuetas frases y respuestas, pero eso le no importa a la gente. Él es un asesino mucho más odiado por no compadecerse de la muerte de su madre que por sus actos. Y ahí está, siempre con su verdad, a todos nos toca morir y las cosas pasan porque pasan.

El extranjero de Ozon reúne un reparto magnífico. Es profunda y mantiene ese halo de misterio en un ser que piensa que nada va a cambiar nada ante la indiferencia del mundo.

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