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Un momento del concierto de la OJC del pasado domingo.

Un momento del concierto de la OJC del pasado domingo.OJC

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CLÁSICA

Obra: Primera

Sinfonía de Elgar.

Int: OJC . A. Reverté, director.

Lugar: Auditorio de Lleida, 12 de febrero

★★★★☆
La Primera Sinfonía de Elgar es como un inmenso retablo barroco que te abruma por exceso de información pero te fijas en los detalles y dices: ¡cuánta belleza! Apenas se programa esta obra y no me extraña, porque es dificilísima. Yo no la había oído nunca y el domingo pensé a menudo que no sabía dónde estaba porque pasaban tantas cosas que me perdía, pero lo que sonaba era maravilloso. Comienza la obra de la más impresionante manera, con un arranque hímnico que no te importaría que sonara dos horas porque es bellísimo. Piensas que esa música quizás es demasiado brittish para nuestras mahlerianas orejas, pero enseguida sales de dudas porque lo que viene a continuación es una avalancha de ideas que no entiendes cómo Elgar no las aprovechó para escribir diez sinfonías en lugar de una. Creo que la OJC hizo un primer movimiento a un tempo más lento de lo que querría Elgar, y si es así pienso que fue un acierto de Reverté porque esta música es demasiado densa para los jóvenes músicos de la Academia de la orquesta que acompañaban a los profesionales. El corazón de la sinfonía es un tercer movimiento que es un mar de hermosuras y finaliza con unos asombrosos sonidos de los trombones en sordina, como voces de ultratumba. La obra es muy difícil sobre todo para la cuerda en el primer y el cuarto movimientos, con muchas notas y muchos sustos, modulaciones constantes, cambios de tono, de armadura y de tempi y un montón de bemoles que impiden la utilización de cuerdas libres, limitan las resonancias armónicas y dificultan la afinación. Hubo un par de accidentes en esos movimientos, pero la OJC superó el reto con nota y nos ofreció un Elgar que no tiene nada que ver con el personaje de Kipling que a todos nos viene a la cabeza, con bigote de coronel Blimp y monóculo de conde que holgazanea en Downton Abbey. En lugar de eso aparecieron el domingo los espíritus de Brahms y Richard Strauss y nos fuimos a casa con las pilas cargadas.
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