Sublime e irrepetible
La celebración estos días pasados de ya la séptima edición del Ideal Jazzfest de Binéfar demuestra que el evento ha alcanzado plena estabilidad y que ya cuenta con gancho suficiente como para atraer a sus elencos a muy buenos artistas del género para cubrir las tres fechas que, a día de hoy, conforman el cartel del festival. Seguramente, de todo lo propuesto por la organización para este 2025, sin menoscabar la presencia ni de Toni Solà ni de Albert Bello, ambos al frente de sus combos respectivos y de contrastadísimas trayectorias y prestigio, he escogido para reseñar el espectáculo protagonizado por el Perico Sambeat Quartet. Preferido de un servidor, de entre los saxofonistas españoles más reseñables de las últimas cuatro décadas, cada encuentro con este brillantísimo artista se concreta en una experiencia inolvidable, pues no hablamos de un instrumentista al que le gusta permanecer en una zona de confort justamente adquirida, sino que a medida que avanza en su envidiable trayectoria tanto en actuaciones en directo como a través de las grabaciones propias o ajenas en las que trabaja, la búsqueda y la experimentación se hallan siempre presentes. Para muestra, este estupendo último show que ofreció en formato de cuarteto en Binéfar rodeado de un grupo con el que viene colaborando de forma intermitente desde poco antes de la pandemia pero que, oyéndolo, bajo la batuta sabia del portentoso saxofonista valenciano, pudiera parecer que hace muchos más años que tocan juntos. A saber, el contrastado contrabajista francés Eric Surménian y dos valores bastante más jóvenes, pero que brillaron a gran altura también, como el pianista vasco David Cid y el batería madrileño Dani Pimenta. A la sombra de un Perico Sambeat, como siempre, divino en sus coloridos y placenteros fraseos y solos, el trío acompañante tuvo la oportunidad de demostrar su gran valía como instrumentistas de apoyo, encontrando cada uno momentos individuales en los que demostrar igual pericia que el maestro. En una interesante factura de swing, jazz modal, free y otros conceptos contemporáneos diversos, unos cuantos temas propios, varios estándares y hasta un apagón a mitad del show –mientras un copioso chaparrón caía fuera, lo que obligó a los oficiantes a improvisar a oscuras una balada que duró varios minutos pero que, al final, resultó mágica cuando la luz retornó al teatro–, pudimos comprobar la sonrisa de complicidad que esbozaban las caras de los cuatro jazzmen, conscientes de haber protagonizado un momento absolutamente sublime e irrepetible.