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El concierto del Jazz Tardor 2025 en el Cafè del Teatre ofreció una de esas noches en las que la intimidad del espacio se convierte en una aliada perfecta para el diálogo musical. El dúo de guitarras formado por Alfons Enjuanes y el francés Yves Brouqui, acompañados por la base rítmica impecable de Ignasi González al contrabajo y Roger Gutiérrez a la batería, construyeron todos juntos un concierto de alto vuelo artístico, equilibrado entre la elegancia del jazz clásico y una frescura interpretativa muy personal. Desde el primer tema quedó claro que ambos guitarristas entienden su instrumento común no solo como herramienta melódica, sino como parte sustancial de una arquitectura compartida. Enjuanes destacó por su sonido cálido, de ataque redondo y fraseo lírico, siempre atento a las dinámicas y al espacio. Brouqui, por su parte, aportó un enfoque más afilado y expansivo, con líneas que se abrían camino mediante una técnica limpia y un sentido del swing absolutamente natural. La combinación de ambos artistas generó un juego de espejos fascinante: mientras uno trazaba melodías fluidas, el otro completaba con acordes sutiles, contrapuntos o pequeñas intervenciones rítmicas que enriquecían el conjunto. La aportación técnica del dúo fue especialmente notable en los pasajes de improvisación, pues supieron alternar roles con una naturalidad admirable, evitando cualquier sensación de competencia y apostando por la construcción colectiva. Los solos se desarrollaron con coherencia narrativa, sin excesos, demostrando un profundo conocimiento del lenguaje del jazz y una gran capacidad de escucha mutua.

JAZZ

Por su parte, el trabajo de González y Gutiérrez fue fundamental para que la propuesta respirara con flexibilidad. El contrabajista sostuvo el grupo con un sonido firme y preciso, guiando con líneas claras que aportaban estabilidad sin perder musicalidad. Su interacción con las guitarras fue un ejemplo de cómo el contrabajo puede dialogar sin imponerse, generando un colchón rítmico orgánico. Gutiérrez, por su parte, mostró una batería elegante, nunca intrusiva, con escobillas y matices que permitieron al cuarteto mantener un clima cercano y dinámico. Sus acentos, siempre medidos, ofrecieron impulso en los momentos necesarios y delicadeza en los pasajes más íntimos. La compenetración del cuarteto alcanzó su punto álgido en los temas más rápidos, donde la interacción espontánea se convirtió en la esencia del concierto. El público respondió con entusiasmo a un combo que interpretó con madurez, sensibilidad y un claro placer por comunicar. Una velada, en suma, para reafirmar el valor del jazz en directo y la importancia de músicos capaces de dialogar con honestidad y creatividad y trasmitir al público, neófito o experto, da lo mismo, su savoir faire y el gusto por una música transversal que no entiende ni de límites estilísticos ni de barreras expresivas.

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