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Hoy se cumplen 15 años de los atentados de Al Qaeda contra las Torres Gemelas de Nueva York y el Pentágono estrellando contra ellos tres aviones secuestrados. Causaron más de 3.000 muertos, cifra que aún podría haber sido más alta si los pasajeros de un cuarto avión secuestrado no hubieran abortado otra acción similar, en una acción heroica que pagaron con su vida al estrellarse el aparato en campo abierto. Este brutal ataque terrorista ha marcado un antes y un después en las relaciones internacionales, en el equilibrio entre seguridad y derechos fundamentales y en la estrategia de los islamistas radicales. En lo que se refiere a lo primero, Estados Unidos, con George W. Bush al frente, reaccionó con la invasión de Afganistán, donde Al Qaeda tenía sus bases, y posteriormente con la de Irak, utilizando pruebas falsas sobre el supuesto armamento que poseía el régimen de Sadam Husein en un montaje suscrito por los gobiernos de Blair y Aznar en Reino Unido y España. El resultado final, conjuntamente con la guerra civil en Siria, ha sido el surgimiento del autodenominado Estado Islámico, que impulsa el terrorismo contra Occidente e impone el islamismo más radical a todo el que se encuentra en su territorio. Paralelamente, en materia de seguridad tanto EEUU como la mayoría de países occidentales han impuesto medidas restrictivas en lo que se refiere a derechos como la privacidad, la presunción de inocencia, la información o la libertad de movimiento, entre otros. Y por lo que respecta al terrorismo islamista, uno de sus objetivos principales ha pasado a ser que los atentados causen el mayor número de víctimas entre los ciudadanos, para atemorizar al conjunto de la población. El resultado de todo ello es que hoy el mundo es un lugar más inseguro a pesar de que paradójicamente hay más medidas de seguridad que nunca. La intervención de EEUU en Oriente Medio se ha hecho de tal forma que ha acabado avivando todavía más el histórico conflicto en esta región y generando efectos secundarios, como el del flujo incesante de refugiados hacia Europa, que han hecho que la mecha del populismo y la xenofobia prenda en el seno de la UE. Así pues, el balance de estos 15 años demuestra que un problema global no puede solucionarse únicamente con medidas militares o policiales. Habrá que ver si el acuerdo anunciado ayer por EEUU y Rusia para poner fin a la guerra de Siria ha aprendido algo de esta lección.

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