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Ha aumentado nuestra esperanza de vida y seguramente viviremos más años que nuestros abuelos, pero también tenemos más riesgo de contraer alguna enfermedad que de momento no tiene cura y la principal amenaza llega con la enfermedad de Alzheimer, la primera causa de demencia en todo el mundo con 46 millones de afectados, unos 800.000 en España y alrededor de cinco mil en Lleida, con el agravante de que cada año, solo en nuestras comarcas, se detectan unos 400 nuevos casos. Es grave la situación, pero aún es más preocupante la progresión calculada por la Organización Mundial de la Salud que augura que en unos quince años la cifra de enfermos puede dispararse hasta los 75 millones. Mañana se celebra el Día Mundial contra el Alzheimer y es bueno que toda la sociedad conozca los efectos devastadores de esta enfermedad, no solo en el paciente, sino en las familias que sufren un desgaste físico y emocional que no tiene parangón con otros males, porque ven como el ser querido va perdiendo paulatinamente sus capacidades y acaba por no reconocer ni siquiera a su familia en un proceso de degradación tan cruel como irreversible. Los expertos dicen que no tiene remedio y aconsejan centrar los esfuerzos en la prevención, en detectar los primeros síntomas y actuar con rapidez, y sobre todo en fomentar la investigación para que los biomarcadores alerten sobre la aparición de la enfermedad y actuar con fármacos que pueden ser más eficaces en el inicio del mal, porque se ha demostrado que una vez desarrollado, los medicamentos son poco útiles y muy caros. El desarrollo de estas investigaciones requiere la colaboración de la ciudadanía, con voluntarios que se someten a pruebas y seguimiento, pero también dotación presupuestaria para financiarla y es significativo que España es de los pocos países de Europa occidental que no cuentan con un plan nacional contra la enfermedad y que además las cifras destinadas a investigarla están muy por debajo de lo que se dedica a luchar contra el cáncer o contra las enfermedades cardiovasculares. Y al mismo tiempo, se hace imprescindible proporcionar todo el apoyo necesario, material y psicológico, a las familias con algún integrante afectado, porque si el deterioro cognitivo del paciente es devastador, también lo es el de los cuidadores y las personas que le rodean. Y la vida en compañía y la relación social es el mejor paliativo para la enfermedad.

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