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Había tanto miedo en Europa a que en Holanda ganara la ultraderecha y propiciara un Nexit que hubiera sido el principio del fin para la Unión, que hasta se ha saludado con euforia que el Partido de la Libertad del xenófobo Wilders quedara en segundo lugar y subiera cinco escaños según el último escrutinio. Cierto que las encuestas a mitad de mandato le daban como favorito en un escenario tan fragmentado que cuenta con trece formaciones parlamentarias y que el partido más votado, el liberal conservador, solo tiene 31 escaños en una cámara de 150 diputados. Holanda se ha librado, de momento, de la amenaza xenófoba y populista de Wilders gracias a una gran movilización popular que ha llevado hasta el 82 por ciento la participación, la más alta desde 1986, y también porque ha habido un sensible giro a la derecha con otro descalabro de los socialdemócratas, que han pasado de 38 escaños a solo nueve y que pagan en las urnas su presencia en el gobierno con el liberal Rutte, que ha sido el más votado con un mensaje más derechista y que será con toda seguridad el encargado de formar gobierno con tres o cuatro partidos más, democristianos, liberales de derecha o de izquierda e incluso, ecologistas, que se han beneficiado de la debacle socialista. En principio, y es buena noticia, todos tienen en común su europeísmo y su rechazo abierto a las tesis de Wilders con quien nadie quiere pactar ni negociar y que con toda seguridad estará fuera del gobierno, pero es evidente que habrá un giro a la derecha, porque los socialdemócratas saldrán del gobierno y porque ha sido el mensaje de Rutte para frenar el auge de la ultraderecha. Pero con los resultados holandeses no se solucionan los problemas de Europa, que vive con preocupación el proceso electoral francés, con la ultraderechista Marine Le Pen, que también quiere salir de la UE, como favorita para la primera vuelta presidencial del 23 de abril con un candidato de la derecha cuestionado y el socialista en el furgón de cola de las encuestas, y con expectación la precampaña alemana con igualdad entre Angela Merkel y los socialdemócratas, pero también con un previsible auge en las elecciones de septiembre de los ultraderechistas de Alianza por Alemania. Con estos condicionantes, la celebración del 60 aniversario de los Tratados de Roma el 25 de este mes debería ser punto de inflexión para que Europa recupere impulso e ilusión por el proyecto.

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