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Había empezado el año muy bien la venta de coches en Lleida y hasta en verano llevó un buen ritmo, pero la entrada en vigor de las nuevas normativas sobre emisiones y la incertidumbre creada por el anuncio del Gobierno de prohibir a partir de 2040 la matriculación de coches que funcionan con combustibles fósiles ha provocado una retracción del consumo hasta el punto de que la venta de turismos en Lleida lleva tres meses a la baja. Y quienes pagan los platos rotos son los vehículos diésel hasta el punto de que en Lleida ya se matriculan dos coches de gasolina por cada uno de diésel y los de gasolina representan casi el 60 por ciento de las ventas en el último mes, con un crecimiento del 21 por ciento, mientras que los diésel han bajado un 36 por ciento, con una creciente presencia de los híbridos que acaparan el 9 por ciento de las ventas y un incremento del 37 por ciento y una presencia prácticamente testimonial del vehículo eléctrico con solo un vehículo por cada 1.365 con propulsión convencional. De poco han servido los llamamientos de los fabricantes explicando que ahora los diésel contaminan menos y sus ventas siguen cayendo por influencia de las normativas restrictivas y porque tampoco la diferencia de precio del carburante, ya escasa, les hace mantener su antigua competitividad. El problema es que el del automóvil es un sector clave en España con trece plantas de fabricación, una de las más completas redes de distribución y cientos de miles de empleos directos e indirectos que tendrán que reciclarse en función de la nueva normativa. Y de momento, solo tenemos la fecha de 2040. El móvil, objeto peligroso Al volante el móvil se ha convertido en la principal causa de accidentes con víctimas en las carreteras de Lleida y uno de cada cuatro siniestros es consecuencia de la distracción del conductor al atender su teléfono, convirtiéndose en la principal causa de siniestralidad y superando al exceso de velocidad o a la conducción bajo efecto del alcohol. Han aumentado las multas por este concepto un 39 por ciento, pero todavía no hay conciencia de la peligrosidad que conlleva usarlo al volante.

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