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Lo peor de las elecciones en Estados Unidos es que influyen en todo el mundo y marcan tendencia, pero solo votan los norteamericanos. Y, cómo se vio hace cuatro años, puede pasar cualquier cosa, hasta que gane Trump, uno de los personajes más repulsivos de los últimos tiempos, que con su eslogan “América, primero” y su visión supremacista ha mezclado lo público con sus intereses privados, ha abierto las puertas al populismo demagógico, ha multiplicado la crispación internacional, ha alentado los brotes racistas y ha encabezado una gestión errática de la pandemia que asola el mundo dando pábulo a tesis negacionistas y permitiendo la propagación del virus en su país. Llegó a la Casa Blanca hace cuatro años prometiendo acabar con el sistema que apoyaba a Hillary Clinton, pero luego ha gobernado apoyando y promocionando a los lobbies más poderosos, ha moldeado la renovación de la cúpula judicial a su gusto con un marcado sesgo derechista, ha cambiado caprichosamente de colaboradores manteniendo siempre a su círculo familiar y hasta ha evadido impuestos con aparente impunidad. Pese a todo, llega con posibilidades a las elecciones de hoy tras la campaña más hostil que se recuerda, basada en la descalificación permanente de su rival, al que presenta como la avanzadilla del socialismo en una exageración que solo puede entenderse en la América más profunda, teniendo en cuenta que Joe Biden es un demócrata moderado que lleva seis legislaturas en el Senado y fue elegido como vicepresidente para formar ticket con Obama contra contrapeso al progresismo del presidente anterior. Si aplicamos parámetros europeos, hoy los americanos eligen entre un candidato de extrema derecha, Trump, y otro de derechas, Biden, que tampoco entusiasma pero puede representar un triunfo del sentido común y la moderación. Lo que sí ha conseguido Trump, y tal vez le beneficie, es polarizar las elecciones y conseguir que se vote a favor o en contra suyo y hasta sembrar dudas sobre si aceptará los resultados en caso de derrota y que tenga que ser el Tribunal Supremo quien determine el vencedor final. De momento, ha aumentado el voto anticipado y se augura más participación, pero la peculiaridad del sistema electoral norteamericano, en que se eligen delegados por cada estado, y lo ajustado de los sondeos hacen prever una dura batalla y una noche electoral larga. Y con Trump por medio, polémica segura.

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