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La falta de servicios y la despoblación se han convertido en un círculo vicioso, de forma que la gente marcha de los pueblos porque no encuentra los mínimos servicios y estos dejan de prestarse porque cada vez hay menos población en los pueblos.

Llevamos lustros en esta espiral que ha afectado a escuelas, salud, cultura y ocio que, salvo en contadas excepciones, deja de prestarse en los pueblos y se convierte en un argumento para propiciar la emigración y cuando hay posibilidades de revertir la tendencia, por ejemplo con los efectos de la pandemia, es la misma falta de infraestructuras como internet, la que impide el desplazamiento. No han sido excepción los servicios financieros donde hemos pasado de una época en la que cajas y bancos buscaban pasivo y ahorros en los pueblos abriendo sucursales por doquier a otra en que se han cerrado en cadena, el 50 por ciento de oficinas bancarias en los últimos doce años se han clausurado según los datos del Banco de España, y hemos llegado a la triste situación de que los vecinos de 130 municipios de la provincia, la mitad de los existentes, no tienen en un radio de cinco kilómetros ninguna sucursal, ni siquiera ningún cajero automático, para acceder a dinero en efectivo o poder hacer los más elementales trámites bancarios como pagar un recibo, hacer un giro o una transferencia o simplemente sacar dinero.

Esta exclusión financiera afecta casi al 9 por ciento de la población de Lleida y es una lacra para toda la España vacía con situaciones tan lamentables como la de Zamora, donde el 28 por ciento de su población no tiene acceso a su dinero en su pueblo.

La concentración bancaria, la digitalización de su modelo de negocio y sobre todo la desaparición de las cajas de ahorro que siempre habían mantenido su vocación de servicio y su proximidad han propiciado esta situación que irá a más y que también afecta a un deterioro del servicio y la atención en las zonas urbanas donde ya es habitual ver colas delante de las pocas sucursales que permanecen abiertas. Pero la situación más complicada se da en los pueblos donde además hay una población envejecida con menos facilidades de desplazamiento y también con menos posibilidades para acceder a la banca digital, tanto por su desconocimiento como porque hay zonas a las que todavía no llega la banca digital.

Para los bancos ya no es negocio mantener sucursales o servicios en pueblos poco habitados y los afectados tienen que buscar alternativas como encargar las gestiones o dejar su tarjeta a personas de confianza, porque es mayor riesgo volver al pasado y guardar mucho dinero en casa, teniendo en cuenta que también la seguridad en zonas rurales ha ido a la baja.

Se barajan alternativas como habilitar los servicios postales al igual que han hecho en Australia o Irlanda, pero de momento más de 38.000 leridanos están sin este servicio. 

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