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Cada voto cuenta. Es uno de esos tópicos que se repiten todas las elecciones, pero es en las municipales cuando esta frase hecha cobra todo su sentido. Para muestra, el botón de 2019, cuando tan solo 81 papeletas marcaron la diferencia y convirtieron la lista de ERC, encabezada por Miquel Pueyo, en la más votada en Lleida, por encima de la del PSC de Fèlix Larrosa y la de Junts per Catalunya de Toni Postius.

ERC y PSC empataron a ediles, con siete, por seis de Junts. Casi un triple empate. Los tres candidatos repiten y las encuestas, aunque dan una ligera ventaja a Esquerra, les siguen situando como las tres fuerzas más votadas.

Un puñado de votos pueden decantar la balanza. Uno de cada cuatro electores, según la encuesta de SEGRE publicada el pasado domingo, todavía no ha decidido el color de su papeleta. Ellos tendrán la llave de la Paeria.

Por un lado, porque pueden ser decisivos para determinar la lista más votada y sumar o restar ediles, pero, sobre todo, porque de ellos dependerá la abstención, un fantasma que planea sobre estas elecciones, en las que el efecto procés parece haberse diluido y los ciudadanos no están tan movilizados ni tan polarizados como en anteriores comicios. Un 18,5% del electorado ya ha decidido que no acudirá a votar, según el sondeo de SEGRE. Falta por ver si el 25,3% del no sabe/no contesta acude a las urnas o también se queda en casa.

De la participación también dependerá en buena medida cómo quedará la Paeria por la parte baja de la tabla. Los sondeos no garantizan la representación de Cs ni de la CUP, y dan entre uno y dos concejales al Comú y a Vox, mientras que el PP aumentaría su actual representación, pasando de dos a tres concejales. La última palabra, como siempre, la tendrá la ciudadanía.

No ha sido una campaña de grandes titulares. Y está bien que se eviten las salidas de tono y las descalificaciones personales que tanto contribuyen a la llamada desafección política, pero eso también significa que los votantes de a pie no se sienten tan interpelados. Aunque cabría esperar que casi cincuenta años después de la muerte de Franco por fin se haya logrado la tantas veces cuestionada madurez democrática y no se tenga que recurrir a la víscera, sino al debate razonado.

Y nos centramos en Lleida como indiscutible capital de la demarcación pero sin olvidar, como hemos hecho durante toda la campaña, que las elecciones afectan a todas y cada una de las poblaciones de Ponent y el Pirineu, y que en Aran, además, se decide la composición del Conselh Generau. De nuevo, la máxima de que cada voto cuenta se hace palpable, ya que la constitución de la Diputación, por ejemplo, dependerá del número total de papeletas de cada lista electoral en su respectivo partido judicial. Demasiado en juego para desentenderse.

Al fin y al cabo, la política municipal es la del día a día. La que nos afecta más de cerca.

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