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Una de las noticias más leídas y consultadas en nuestra página web esta semana ha sido, sin ningún tipo de dudas, el listado de pueblos de las comarcas de Lleida con los votos conseguidos por cada formación política el pasado domingo en los comicios al Parlament de Catalunya. Y entre este lógico interés por saber qué partido ganó y cuál quedó segundo y qué siglas consiguieron menos representación en cada municipio, hay uno que sobresale entre todos los demás: los votos de Aliança Catalana, partido que en Lleida obtuvo un diputado, desbancando a la CUP. La agrupación de Sílvia Orriols logró la segunda posición en muchas poblaciones y tercera en decenas, lo que sin duda obliga a hacer menos cordones sanitarios y más debates sobre los temas en base a los cuales ha sustentado su campaña la alcaldesa de Ripoll, básicamente la inmigración. Y sobre esta cuestión todos tenemos la obligación de hacer una reflexión porque ya pasó a la historia aquello de que lo que no se habla en los medios no existe. Vivimos en un mundo global, donde las redes sociales han hecho más plural la opinión publicada y si los medios tenemos la obligación, moral y legal, de contrastar las informaciones y buscar la máxima pluralidad posible, en X, Instagram o Tik Tok, cada cual dice, cuelga o expone cualquier idea, por delirante o falsa que sea, y el receptor la recibe sin ningún tipo de filtro. Por tanto, si los partidos tradicionales quieren contrarrestar los mensajes excluyentes o xenófobos que se extienden como la pólvora, tienen la obligación de no mirar hacia otro lado o silbar ante una u otra realidad compleja y debatirlo abierta y democráticamente, donde cada cual pueda decir su versión y rebatir los bulos o mentiras con cifras. Si dejamos estas polémicas en manos de la derecha o extrema derecha, nos encontraremos con una realidad que ya está asomando en todos los parlamentos europeos: el auge de los extremismos, y cuando queramos darnos cuenta ya será tarde. A Aliança Catalana y Vox no hay que darle altavoz sin más, pero tampoco excluirlos de las discusiones, porque con ello se consigue lo contrario a lo pretendido. 

Fuera violentos del fútbol

La violencia en un campo de fútbol es la expresión más clara de lo contrario de los valores del deporte profesional, que no son otros que el esfuerzo, la sana competencia y el entretenimiento. Por ello, el lanzamiento de una botella el pasado domingo al delegado del equipo visitante en el Camp d’Esports solo puede recibir el rechazo de todos los aficionados del Lleida, sin excusa ni pero alguno. Habrá que asumir la sanción de Competición y, sobre todo, expulsar a los energúmenos que no solo avergonzaron a los leridanos, sino que perjudicaron al equipo.l

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