Trump pone a prueba la democracia
Donald Trump está empezando a hacer saltar las costuras de la democracia de EE.UU. cuando solo lleva siete meses de su segundo mandato. En junio militarizó la ciudad de Los Ángeles con el despliegue de 4.000 soldados de la Guardia Nacional y cientos de marines y ahora ha hecho lo mismo en Washington. Se trata de dos ciudades emblemáticas donde gobiernan los demócratas y lo que sucede en la segunda es especialmente significativo, porque la capital del país está ocupada por su propio ejército. Trump ha manifestado que está dispuesto a hacer lo mismo en otras ciudades regidas por los demócratas, utilizando el poder presidencial en materia militar para imponer su agenda política e intimidar a la oposición. En Los Ángeles recurrió a esta vía para acallar las críticas a las deportaciones masivas de inmigrantes y en Washington, para desacreditar a las autoridades locales, porque las cifras sobre la delincuencia desmienten el panorama dantesco con el que justificó esta intervención. Esta semana, su deriva autoritaria ha ido a más al anunciar que pretende imponer la pena de muerte a todos los que cometan un crimen en la capital. Y mientras, ha ordenado el despido de una gobernadora de la Reserva Federal, Lisa Cook, un hecho insólito que cuestiona la independencia de esta institución, que es la que dirige la política monetaria y que ha sido objeto de múltiples acusaciones del presidente. Cuando asumió el poder por primera vez tras ganar en las elecciones de 2016, numerosos analistas pronosticaron que tampoco había que preocuparse mucho, que el sistema político norteamericano tenía contrapesos que impedían que pudiera actuar a su libre albedrío. No obstante, uno de los principales quedó seriamente tocado cuando Trump escoró al Tribunal Supremo hacia los posicionamientos más conservadores, aprovechando la oportunidad que le dieron los nombramientos para cubrir dos vacantes. Y ahora, en su segundo mandato, va literalmente a por todas. En sus comentarios, ni siquiera le importa jugar con la idea de que es mejor ser un dictador si esto sirve para que los ciudadanos estén más tranquilos. Tras su victoria en 2024, también hubo analistas que indicaron que lo mejor era que no podría volver a repetir en 2028, porque la Constitución de EE.UU. impide ser presidente más de ocho años, y para cambiar este límite es necesario contar con una mayoría de dos tercios en el Congreso y el Senado, que parece imposible de conseguir. Lo sucedido hasta el momento obliga a ser cautos. Trump ha vuelto a ser presidente a pesar de que apoyó, e incluso puede afirmarse que instigó, el frustrado golpe de Estado con el asalto al Capitolio en enero de 2021. No hay que dudar de que lo intentará y, aunque finalmente no se salga con la suya, es posible que el centenario sistema democrático norteamericano haya mutado en un régimen dictatorial o, como mínimo, autoritario.