El paraguas de la Seu Vella
La Seu Vella es prácticamente el único monumento de Lleida conocido fuera de la ciudad. Esto es así, aunque cuenta con un buen ramillete de elementos de interés artístico y arquitectónico, a pesar de que contiendas bélicas como la Guerra de Sucesión arrasaran parte de su patrimonio medieval. Las iglesias de Sant Llorenç y Sant Martí, el Castell Templer de Gardeny, varios edificios de estilo modernista, el antiguo depósito del Pla de l’Aigua, el nuevo Morera o la biblioteca del campus de Cappont son algunos ejemplos notables. No obstante, la realidad es que pasan desapercibidos a ojos de muchos vecinos de la propia ciudad. Está claro que cualquier campaña de promoción cultural y turística debe tener como eje central a la Seu Vella. Por este motivo, hay que valorar positivamente la puesta en marcha de la entrada única en forma de tarjeta, por un precio de 12 euros, a la antigua catedral, el Castell Templer y los museos de Lleida y Morera, anunciada ayer por el ayuntamiento y los responsables de estos equipamientos. En la presentación, el alcalde manifestó la voluntad de que más centros culturales se sumen a esta tarjeta, y que también lo hagan empresas de la hostelería y de servicios. A partir de aquí, habría que intentar reactivar de forma decidida la candidatura de la Seu Vella a Patrimonio Mundial de la Unesco, que parece haber quedado aparcada después del fracaso en el intento de incluirla en una propuesta conjunta con Andorra y Francia.
Una FP más práctica
Los alumnos de Formación Profesional, al igual que los de Bachillerato, comenzaron ayer el nuevo curso escolar con la novedad del aumento de las horas de prácticas en muchos ciclos. Se trata de los denominados de formación dual, en los que ahora habrá 500 horas de estancia en un centro de trabajo, cuando hasta este año no llegaban a las 400. El resto son de dual intensiva, en el que las prácticas son remuneradas y alcanzan un millar de horas, que representan la mitad de la duración del ciclo. Es un paso adelante al ampliar el ejercicio efectivo de la profesión que se está aprendiendo. El problema que plantea, y más en Lleida, donde el número de grandes empresas es reducido, es encontrar acomodo para todos los estudiantes. Este hecho hace todavía más importante adaptar la oferta de titulaciones a la demanda del mercado, porque si no, es posible que en algunas especialidades las prácticas acaben siendo poco efectivas, bien porque habrá más alumnos de los realmente necesarios en algunas empresas o instituciones o porque se harán en lugares que solo estén relacionados parcialmente con la especialidad cursada. Es un reto complicado que habrá que superar para seguir impulsando la FP.