Lleida, ¿lugar de paso?
Las cifras demográficas de las comarcas de Lleida reflejan una realidad compleja. Cada año se registran casi 40.000 movimientos de personas que entran y salen de la demarcación. No se trata de una llegada masiva, sino de un sistema migratorio intenso pero volátil. En números absolutos, la demarcación gana población y el saldo migratorio permite compensar –solo en parte– el fuerte envejecimiento y el retroceso vegetativo de la población autóctona. Sin la llegada de migrantes, Lleida ya estaría perdiendo habitantes. Con la llegada de personas de fuera, la población crece, pero lo hace de forma inestable. El dato clave no es únicamente el saldo positivo, sino la rotación constante. Más de la mitad de las personas extranjeras que llegan acaban marchándose al poco tiempo hacia otras zonas de Catalunya o del Estado. Lleida funciona como territorio de acogida inicial y, a la vez, como espacio de tránsito. Recibe población joven, en edad laboral y con hijos, pero no logra ofrecer condiciones suficientemente atractivas para que eche raíces. La explicación está en el modelo económico y social. El empleo disponible se concentra en sectores esenciales pero precarizados, con bajos salarios y alta temporalidad. La falta de vivienda asequible, de expectativas profesionales y de estabilidad empuja a muchos recién llegados –y también a población nacida aquí– a buscar el futuro en otros territorios. No es un problema migratorio, sino estructural. El debate demográfico no puede limitarse a celebrar el crecimiento del padrón. Si no se acompaña de políticas públicas ambiciosas en empleo digno, vivienda, servicios y cohesión social, el aumento de población se convierte en un crecimiento hueco, basado en entradas y salidas constantes. Lleida no necesita solo atraer personas; debe ser capaz de retenerlas. La provincia se juega mucho en esta encrucijada. O convierte la migración en una oportunidad de arraigo y revitalización social, o seguirá siendo una estación intermedia en el camino de otros. Las cifras hablan con claridad. Ahora falta una estrategia que las transforme en futuro.
Nada cambia en Extremadura
Se la jugó María Guardiola al convocar las primeras elecciones anticipadas en Extremadura de su historia autonómica y no le acabó de salir bien el experimento. El PP se impuso con claridad, pero seguirá necesitando a un Vox que sale muy reforzado. Por contra, el PSOE de Miguel Ángel Gallardo, un candidato cuestionado por estar procesado, se hunde y obligará a los socialistas a mover ficha para que Pilar Alegría, hasta ahora ministra y portavoz, no se descalabre en Aragón en la cita electoral del 8 de febrero y con ella arrastre a Pedro Sánchez.