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El básquet es un deporte que revisa y, a veces, mejora frecuentemente su reglamento. En las últimas temporadas se ha incorporado a la competición la posibilidad de que los entrenadores pidan un determinado número de revisiones. “Challenge” las llaman. Hasta aquí todo correcto. Lo que sucede es que los árbitros suelen pasar un buen rato revisando jugadas, para luego ratificarse, casi siempre, en lo que habían pitado inicialmente. Además se muestran las imágenes a los espectadores por los videomarcadores, con el consiguiente enfado si consideran que ellos decidirían la jugada de otra forma. Consecuencia, los partidos se alargan de forma desmesurada. Es difícil encontrar ahora mismo partidos que duren menos de dos horas. Un caso extremo fue el partido de Euroliga que jugaron el jueves el Real Madrid y el Zalgiris Kaunas, que superó las dos horas y cuarto, y sin prórroga. De hecho algunos técnicos, como por ejemplo Pedro Martínez (entrenador del Valencia) o el mismo Gerard Encuentra ya han dicho públicamente que lo mejor sería eliminar estas revisiones porque no sirven para nada. Otro tema es el de las faltas técnicas con que los árbitros castigan a entrenadores y jugadores de una forma desmesurada. Las protestas, siempre que sean educadas, entran dentro de los cánones de lo que es una competición apasionada. En las últimas temporadas los árbitros castigan con falta técnica la más mínima protesta, con el agravante de que hay la sensación de que no todos los equipos son castigados de igual forma. Al Hiopos le han señalado hasta ahora, salvo error u omisión, ocho técnicas, cinco a Encuentra. Y aunque algunas sean provocadas para forzar un cambio de gestión arbitral, parece un número un tanto exagerado.

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