Monumento contra el olvido

El Turó de la Seu Vella ha vivido episodios muy oscuros que han sido silenciados a lo largo de su historia. Entre 1938 y agosto de 1940, el monumento más emblemático de la capital del Segrià se convirtió en un campo de concentración franquista por el que se calcula que pasaron unos 7.000 presos. Para recordar a todas aquellas personas que fueron encerradas en condiciones infrahumanas y sin un juicio previo, la Paeria inauguró ayer un memorial en uno de los muros de acceso a la Seu Vella, delante de la Porta del Lleó.

La iniciativa ha sido fruto de la “terquedad democrática” de una quincena de entidades sociales y culturales de la ciudad que, junto con el historiador Gerard Pamplona, hace tres años conformaron la plataforma Memorial Seu Vella para dignificar a las personas que estuvieron encarceladas en aquel campo. El emotivo acto de ayer estuvo presidido por el alcalde, Miquel Pueyo, que, junto a los concejales Sandra Castro y Toni Postius, descubrieron la escultura Sequera, creada por las alumnas Olga Kurylyshyn y Sheila Salse de la Escola d’Art Municipal Leandre Cristòfol. Se trata de una fuente no funcional que solo brotará los días de lluvia, en recuerdo de uno de los muchos tormentos que sufrieron los encarcelados: la sed.

En representación de las familias de las víctimas, participó el escritor Joan Pinyol, cuyo abuelo murió a los cuarenta y un años a causa del tifus en esta prisión y fue trasladado desde la fosa común del cementerio de Lleida al Valle de los Caídos sin el consentimiento de la familia. “Infecciones, fusilamientos, pandemias y un malvivir constante era lo que aquí se sufría. Siempre he mirado la Seu Vella con el corazón triste y encogido, pero a partir de hoy, un poco menos”, dijo Pinyol, al mismo tiempo que reclamó “romper de una vez por todas el olvido del pasado”.

Documental sobre los espacios de represión

“Mi padre se llamaba Francesc Segura, era de Maials y se alistó voluntario para luchar en la guerra cuando tenía 18 años, con mucho pesar de sus padres y hermanas. Cuando acabó el conflicto las tropas franquistas lo cogieron prisionero y lo trajeron al campo de concentración de la Seu Vella, donde malvivían en unas condiciones pésimas, con frío, hambre y oscuridad. Un día cogieron a un grupo de presos, entre ellos mi abuelo, y los trasladaron a los bajos del Palau de la Paeria para torturarlos cruelmente durante horas, un escenario de la represión en Lleida que poco se conoce.

Mi padre sobrevivió a este horror, pero nunca volvió a ser el mismo. La represión continuó después de la guerra, con denuncias falsas por parte de vecinos y asaltos a nuestra casa. Murió a los cuarenta años, cuando yo tenía 18 años.

Hablaba poco de lo que vivió y su testimonio me llegó a través de mis tías. El acto de hoy es muy bonito, pero no podrá borrar nunca lo que pasó. Siempre que veo la Seu Vella y el edificio del ayuntamiento me acuerdo de estos episodios tan oscuros y no puedo evitar sentir un gran pesar”.

Alumnos de la escuela de FP Ilerna están preparando un documental para explicar la historia del campo de concentración de la Seu Vella y el resto de espacios de represión que hubo en Lleida. Oriol Andrés, cuyo abuelo estuvo preso en este campo, es uno de los responsables del proyecto. “Creemos que todo el mundo tiene una historia que contar”, dijo Andrés, que llamó a los familiares de las víctimas a participar en el documental y contactar con ellos en el correo projecteilernam12@gmail.com.