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Trabajadores de geriátricos saturados y en unas condiciones precarias

Los sindicatos denuncian que las plantillas están al límite de su capacidad. Sueldos bajos, inestabilidad y sobrecarga creciente

Usuarios de una residencia en su tiempo de ocio.

Usuarios de una residencia en su tiempo de ocio.

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CCOO y UGT coinciden en que las condiciones laborales de las residencias siguen siendo uno de los puntos más frágiles del sistema. Señalan que buena parte del personal trabaja con salarios bajos, muy por debajo de los de otros ámbitos sanitarios, lo que dificulta retener profesionales y alimenta una elevada rotación. 

El salario base de un gerocultor, según la tabla del Convenio Colectivo de Atención a las Personas y del Tercer Sector Social de Catalunya (Gercat), es de 1.229,92 euros brutos mensuales. A ello se suman contratos parciales y temporales, en un sector altamente feminizado, así como ratios insuficientes de personal que generan situaciones extremas. “Hay casos de 33 usuarios por gerocultor en turnos de noche. Es algo insostenible”, asegura Montserrat Gutiérrez (UGT). “Si no fuera por las personas extranjeras, las residencias estarían cerradas”, añade Helena Motos (CCOO). 

Los sindicatos denuncian también jornadas interminables, picos de trabajo muy intensos y una sobrecarga asistencial creciente derivada del aumento de usuarios con más dependencia y mayor complejidad clínica. “Llegan personas con unas necesidades médicas que las residencias no pueden atender”, subrayan. Esta presión constante se traduce en riesgos físicos y psicosociales, desde lesiones musculoesqueléticas hasta niveles elevados de estrés y agotamiento emocional. 

“La exposición a una alta inseguridad, como la preocupación por la pérdida de empleo o los cambios en las condiciones de trabajo, incrementa en un 61% la probabilidad de sufrir trastornos depresivos, en un 77% los trastornos de ansiedad y en un 30% el consumo de psicotrópicos”, alertan desde CCOO.

En conjunto, advierten de que estas condiciones no solo afectan al bienestar de las trabajadoras, sino que comprometen la calidad de la atención y agravan la fuga de profesionales en un momento en que el sistema necesita más estabilidad que nunca. 

“La acumulación de estrés en un entorno emocional tan desfavorable se traduce en situaciones muy desagradables. No tenemos los medios suficientes y todo el mundo mira hacia otro lado. La gente está agotada de pelear por su dignidad y, al final, quienes salen perdiendo son los usuarios. Incluso las familias, que temen que su padre o su madre pierdan la plaza. Es muy triste”, concluye Gutiérrez. 

Coinciden en que es muy urgente una solución y que toda la sociedad debe dar un golpe sobre la mesa. “Todos nos haremos mayores”, destacan.

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