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El legado de Joan Oró, el gran científico de Lleida

Recordamos, ahora que hace cien años de su nacimiento, la vida de lo que ha sido el mayor científico que ha dado Lleida. Desde los grandes descubrimientos y obras hasta el olvido que ha sufrido en su propia ciudad.

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Hace casi cien años que nació, en el barrio de la Bordeta de Lleida, Joan Oró i Florensa. Fue el 26 de octubre de 1923, el único niño de los cinco hijos del matrimonio Joan Oró y Maria Florensa. Había nacido el que años después conoceríamos como el científico más importante que ha dado nunca Lleida. El químico que pudo sintetizar la adenina, el que dio las claves para entender la vida en la Tierra, el que trabajó en operaciones de la NASA en la Luna y en Marte, el que llenó páginas y páginas de cultura científica. Y también el Diputado de la Generalitat, el Cruz de Sant Jordi, el marqués, el profesor universitario y el embajador de Cataluña en los Estados Unidos. Conozcamos el legado de Joan Oró.

Infancia, juventud y Guerra Civil Gran parte de su infancia y juventud la pasó en Lleida. Los Oró vivían encima del horno La Ràdio, en la calle Anselm Clavé, y el pequeño Joan estudiaba a los Hermanos Maristes, institución que encendió la chispa del conocimiento al joven Oró. Con doce años y el estallido de la Guerra Civil, los Oró se refugiaron en Alcanó para esquivar los bombardeos y salvar la vida. Una vez acabada la Guerra la familia volvió a la ciudad y Joan Oró siguió sus estudios de bachillerato, que le abrieron la puerta a la Universidad para estudiar ciencias químicas. Empezaría un breve capítulo de Joan Oró lejos de Lleida, en Barcelona.

La Universidad y el sueño americano En Barcelona estudió Química. Pero sus intereses eran la química de la vida, la bioquímica. Como estos estudios no existían todavía en España, cursó química pura, que acabó el año 1947. Una vez acabada la carrera volvió a Lleida, para trabajar a la panadería familiar y poder ahorrar para su propia familia, y es que durante este corto periodo de retorno a Lleida Joan Oró se casó y tuvo tres de sus cuatro hijos. Lleida quizás le daría la estabilidad familiar y económica, pero difícilmente le daría la vida científica que Oró deseaba. El sueño americano se iba haciendo grande, hasta que el año 1951, con una conocimiento escaso del inglés, tomó la determinación de viajar a los Estados Unidos. Lo hizo un año más tarde a la Universidad de Houston, Texas.

Síntesis de la Adenina Cuatro años después, en 1956, Joan Oró se doctoraba en bioquímica y más tarde, el año 1963, era nombrado profesor titular. En aquellos años Joan Oró ya había conseguido uno de los hitos de su vida: sintetizar la adenina. La adenina es un compuesto químico que las células utilizan para elaborar los elementos fundamentales del ADN y el ARN, es decir, la base de la vida. Sin la adenina no existirían las cadenas entrelazadas de información genética –ADN–, ni las cadenas de virus –ARN. De nuevo, la base de la vida.

A través de múltiples experimentos en su laboratorio, Oró consiguió sintetizar la adenina con cianuro de hidrógeno, agua y amoníaco. Lo consiguió utilizando ácido cianhídrico, una sustancia letal para la respiración y presente en los astros y cometas, cosa que llevó a Oró a formular una hipótesis sobre el origen de la vida en la Tierra, basada en que colisiones de cometas con la Tierra habrían aumentado la cantidad de compuestos de carbono y agua, promoviendo la síntesis de las moléculas que después darían lugar a la vida a la Tierra.

Oró basaba su hipótesis en que los cometas transportan agua, metano y amoníaco, las sustancias que el mismo Oró había utilizado para sintetizar la adenina en su laboratorio. ¡Un resultado sorprendente, inesperado, histórico! La propuesta de Joan Oró dio lugar a la teoría de la panspermia, que dice que la vida puede tener su origen en cualquier lugar del Universo y que no es exclusiva de la Tierra.

Joan Oró fue disruptivo y provocador: ¡el origen de la vida a la Tierra habría podido no ser en la Tierra! Y no sólo eso, sino que sugirió que los cometas también habrían traído el agua a la Tierra.

Participación en la NASA Aquel 1963 de consagración a Oró le llegó una oferta: unirse al departamento de Ciencias de la Vida, a la NASA, que estudiaría la química orgánica que recogería el proyecto Apollo en la Luna. Oró se convirtió en investigador principal de aquel equipo que tenía que analizar la química de las muestras lunares que enviaran las misiones, tanto desde la Luna como en el mismo laboratorio. Y pudo descartar lo que muchos científicos ya habían sospechado: en la Luna no hay vida.

Aunque estaba pensado para la Luna, el proyecto Vikingo de la NASA fue un poco más allá, hasta Marte. Oró y su equipo se dedicaron a la creación de un espectrómetro de masas portátil que podría analizar moléculas de bajo peso molecular. Sus instrumentos se incorporaron a los cuatro vehículos de la misión Viking en Marte, y ayudaron a proporcionar un primer análisis de la atmósfera y la superficie del planeta rojo.

La búsqueda de vida y compuestos orgánicos en Marte resultó negativa, y eso provocó el paro de los planes de la NASA para desarrollar nuevas misiones tripuladas en Marte. La trayectoria de Oró siguió unida a la NASA hasta su jubilación, el año 1994, dedicándose al estudio de la vida en la Tierra.

Retorno a Catalunya y muerte El año de su jubilación, en 1994, dejó Houston para volver a Catalunya. No era la primera vez que volvía al país. El año 1980 volvió a Catalunya para ser Diputado en el Parlament durante el primer gobierno democrático después de la dictadura, y como asesor en temas científicos del presidente de la Generalitat Jordi Pujol. A pesar de volver con la promesa de una vida científica llena catalana, las condiciones distaban tanto de las que ofrecía Houston que decidió devolver a los EE.UU. pocos meses después.

Una vez jubilado, pues, volvió a Catalunya, donde murió diez años después. Sus restos fueron incinerados en Montjuïc, y las cenizas llevadas al cementerio de Lleida, donde el científico más importante de esta ciudad descansa eternamente.

El legado de Joan Oró El legado de Oró es muy extenso. Como autor de publicaciones es autor de una grande número de publicaciones científicas, se contabilizan 350 en artículos de revistas científicas y más de 30 capítulos en libros y monografías sobre el origen de la vida.

Joan Oró recibió multitud de premios a lo largo de su trayectoria. Los más importantes son la Cruz de Sant Jordi (1991), la Cruz de la Orden Civil de Alfonso X (1983), la Medalla Oparin (1986), el premio Doctor Honoris Causa de la Universitat de Lleida (1999), la Medalla del Presidente Macià (2000) y la Medalla de Oro de la Generalitat de Catalunya. Como curiosidad, cabe a destacar que Joan Oró fue premiado con el título de marqués de Oró el 23 de junio del 2004. Este curioso nombramiento incluía un escudo heráldico, con un sol (simbolizando Oró) y el símbolo de la adenina.

Oró tenía un plan para Catalunya. Siempre había deseado que el país tuviera un centro de astrofísica de primer orden. Y eso es lo que propuso al Montsec, uno de los lugares con el cielo más claro del país (actualmente es cielo Starlight). Después de estudiarlo, Oró concluyó que Àger era el sitio ideal para construir un observatorio, el Parque Astronómico del Montsec. También dio al Parque Científico de Lleida la maqueta que la NASA utilizó el año 1967 para estudiar la Luna. El año 1993, un año antes de su jubilación, creó la Fundación Oró, encargada de difundir su legado.

Joan Oró hizo su trabajo. Ahora el que tiene que hacer el suyo es Lleida, otorgando un espacio digno a la difusión y reconocimiento de la figura del científico leridano, las cajas y efectos personales del cual, de gran valor, han ido transitando sin rumbo desde que llegaron a la ciudad. Durante veinte años se guardaron en un almacén en Gardeny, sin condiciones ni seguridad. Después algunos objetos se trasladaron al fallido Museo del Clima, hasta que hace dos años acabaron en el Museo del Agua, de forma permanente y hasta nueva orden. Joan Oró hizo, y muy bien, su trabajo. Ahora es hora que Lleida le dé el espacio de homenaje definitivo.

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