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Agroinfluencers: la voz del campo

Los leridanos Jordi Majós y Marc Guilanyà muestran a través de sus redes su día a día como agricultores. Ambos han sido nominados a los Premios Agroinfluye, que se fallan en marzo. (*) Divulgadora y consultora para el desarrollo del Liderazgo organizacional l CEO de TalensIA HR & Ingenio, Leadership School

Jordi Majós y Marc Guilanyà posan frente a una de las cosechadoras que usan para trabajar. - T.CONTRERAS

Jordi Majós y Marc Guilanyà posan frente a una de las cosechadoras que usan para trabajar. - T.CONTRERAS

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En las comarcas de Lleida, entre cultivos y tractores que no entienden de horarios, se está abriendo camino una nueva generación de jóvenes payeses que ha decidido mostrar la realidad del campo allí donde todo el mundo mira: las redes sociales. Este es el caso de Jordi Majós, de Almenar, y Marc Guilanyà, de Gimenells, ambos dedicados al cultivo del cereal y que han optado por dar visibilidad a una trabajo que muchas veces queda escondido detrás de los lineales de los supermercados. “Yo empecé compartiendo cuatro fotos y vídeos de mi día a día, de las cosas bonitas, pero también de las cosas feas que tiene la agricultura, como hacer durante algunas temporadas jornadas laborales de 14 horas”, explica Guilanyà, de 26 años. Pero lo que comenzó casi como una afición se ha convertido en una vía de divulgación, concienciación y defensa de la producción local mostrando la realidad del campo sin filtros y transmitiendo una idea esencial: que detrás de los alimentos que consumimos a diario hay personas, esfuerzo y mucha dedicación. “La gente tiene que saber y ser consciente de lo que levan a la mesa”, explica Majós, de 38.

Debido a la labor que realizan a través de su contenido, ambos han sido nominados por segundo año a los Premios Agroinfluye, que reconocen la divulgación del sector primario y la visibilización de su día a día a los ciudadanos a través de las redes sociales. Compiten con otros “agroinfluencers” de todo el estado en la categoría “Siempre en la nube 4.0”, que galardona a aquellos que se dedican a mostrar herramientas, nueva maquinaria e innovaciones aplicadas a la agricultura o la ganadería. La gala de entrega de los galardones de este año se celebrará el 3 de marzo en Sevilla. En la anterior edición, Guilanyà se alzó con un premio especial destinado a impulsar a microinfluencers.

Uno de los objetivos implícitos del trabajo que llevan a cabo en las redes sociales también es acercar a los jóvenes al sector, pero esto es una tarea que resulta complicada. “Cada vez somos menos los que decidimos dedicarnos al campo, porque empezar desde cero es casi imposible”, afirma Guilanyà, que cree que internet también les da un espacio para la reivindicación. Entre las más repetidas se encuentran la necesidad de contar con ayudas reales para que los jóvenes que quieran dedicarse a la agricultura puedan hacerlo y una reducción del exceso de la burocracia y carga impositiva. “Hay jóvenes con pasión, talento y ganas de profesionalizarse, pero si las instituciones no les facilitan las cosas, es muy difícil”, aseveran, recordando que “sin jóvenes en el campo no hay futuro, porque sin productos de proximidad no hay país”. Por este motivo, a través del contenido que cuelgan en las redes sociales buscan concienciar a los ciudadanos de la importancia de apostar por la producción local. “Es esencial que la gente mire las etiquetas de lo que compra, que apueste por los productos locales”, insiste Majós, que denuncia competencia desleal que los productores tienen respecto a los alimentos que llegan de otros países. “Lo que llega de fuera muchas veces no pasa unos controles tan exigentes como los que nos exigen a nosotros”, denuncia.

Hay personas que, sin saberlo, cambian el clima de una sala con solo entrar. No por poder ni por carisma impostado, sino por la energía que transmiten. Por cómo te miran, cómo te escuchan, cómo te hacen sentir. Eso es resonancia: el arte de conectar emocionalmente con los demás desde la verdad de uno mismo. Y es también el corazón del liderazgo que transforma.

La neurociencia ha demostrado que las emociones son contagiosas. Cuando un líder gestiona bien las suyas, eleva las de los demás. Daniel Goleman lo llamó liderazgo resonante, y lo vinculó a la inteligencia emocional: autoconciencia, empatía, regulación emocional, habilidad social. Por otro lado, el modelo de liderazgo auténtico, validado por la Universidad Harvard, nos recuerda que un liderazgo sólido comienza dentro de uno: con honestidad, reflexión y decisiones ancladas en valores. Mi modelo PICE –Personal, Interpersonal, Cognitivo y Ético– nace precisamente de esa conexión: unir la autenticidad profunda del líder con su capacidad de generar impacto real y sostenible. Porque ser líder no es tener un cargo, es elegir cada día cómo ser.

El modelo PICE no es solo una estructura teórica: es una guía práctica de impacto. Cuando el líder cultiva su dimensión personal, fortalece su autoconocimiento, regula sus emociones y lidera desde su centro, no desde la reacción. Al desarrollar su dimensión interpersonal con transparencia y empatía, genera confianza. Cuando toma decisiones desde la reflexión (dimensión cognitiva), transmite seguridad. Y cuando actúa con coherencia ética, inspira. ¿El resultado? Equipos que se sienten vistos, valorados y protegidos. Equipos que se alinean, que cooperan, que aportan más de lo que se les exige. Organizaciones que ya no necesitan motivar con miedo ni con incentivos vacíos, porque han cultivado lo más poderoso: el compromiso emocional. Y eso, más que ningún indicador, es el verdadero motor del crecimiento sostenible.

Vivimos tiempos inciertos, donde el cinismo parece a veces más seguro que la esperanza. Pero también vivimos un momento del año que nos invita a mirar con otros ojos. La Navidad no es solo una tradición: es una pausa cargada de sentido. Una oportunidad para resetear, para reenfocar, para volver a preguntarnos quién queremos ser.

Liderar desde la resonancia y la autenticidad no es fácil. Requiere valentía para escucharse, humildad para reconocer errores y confianza en el talento propio y ajeno. Pero su recompensa es enorme: una cultura más humana, más inspiradora, más sana. Personas que trabajan con propósito. Equipos que creen en lo que hacen. Resultados que duran porque nacen de la coherencia.

Hoy más que nunca, necesitamos líderes que se atrevan a elegir el buen camino. No el más fácil, ni el más rápido. Sino el que construye. El que escucha antes de imponer. El que inspira sin manipular. El que dice la verdad, aunque duela. El que mira a las personas y ve potencial y no recursos.

Ese camino está abierto a todos. No hace falta un máster ni un cargo directivo. Solo hace falta tomar una decisión: ser parte de la solución. Y confiar en que cada acto pequeño –una palabra, un gesto, una decisión justa– puede transformar el día de alguien. Y con el tiempo, el clima de una organización, o incluso de un país.

Mis deseos para esta Navidad son que no solo intercambiemos regalos, sino también miradas sinceras, agradecimientos pendientes y promesas de mejora. Que el liderazgo empiece en casa, en cómo tratamos a los nuestros, en cómo nos hablamos a nosotros mismos. Porque liderar no es un rol, es una forma de estar en el mundo.

Y tú, ¿qué camino eliges?

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