Sant Joan: la plaza de la discordia

Todo empezó cuando en 1975 se aprobó en la Paeria un ambicioso proyecto que consistía en la construcción de un parking subterráneo en la plaza de España (esta era durante el franquismo su denominación, aunque los leridanos siempre la conocieron como Sant Joan) para facilitar el acceso al Eix Comercial.

Todo fue mal desde el principio. Al empezar las excavaciones aparecieron unos restos arqueológicos que paralizaron las obras sine die con una compleja lucha legal entre los partidarios de dejarlas in situ, hecho que obligaba a modificar el proyecto original, y los que defendían sepultarlas y/o, debidamente catalogadas, trasladarlas a otro enclave. De hecho, la prensa de la época destacó el acuerdo llegado para|por los promotores con Autopistas para ubicarlos en la entrada del A-2 a Lleida. 

El caso es que se necesitaron cerca de once años, hasta 1986, para alcanzar un acuerdo de consenso. Ni Miquel Montaña ni Ernest Corbella, anteriores alcaldes, encontraron una la solución hasta que Antoni Siurana, primer alcalde democrático de Lleida, en 1979, encontró una salida: las ruinas arqueológicas seguirían en la nueva plaza Sant Joan, reduciendo las plazas del parking subterráneo (cerca de 100, para desesperación de los promotores), creando una especie de museo para ser visitado y un mirador en la superficie.

El responsable de la nueva plaza fue el arquitecto vasco Luis Peña Ganchegui (1926-2009), uno de los padres de la arquitectura contemporánea en este país, que presentó un innovador diseño para uno de los más emblemáticos rincones de la ciudad, que, hoy día, todavía mantiene la pugna entre partidarios y detractores.

La plaza de la eterna discordia fue inaugurada, todavía sin urbanizar, el domingo 4 de mayo de 1986, en un solemne acto, que contó con la presencia del ya expresidente de la Generalitat, Josep Tarradellas, y con más de cinco mil leridanos como espectadores.