«Vivo la fiesta desde que tengo memoria»

«Vivo la fiesta desde que tengo memoria»
n “Llevo bajando falles desde que tengo memoria, cuando tenía cinco o seis años, y mis hijos también viven la fiesta desde muy pequeños”, explica Anna Saboya, fallaire de Alins. Como cada pueblo pirenaico, la fiesta en este pueblo del Pallars también tiene sus peculiaridades: Se llevan a cabo dos bajadas de manera simultánea, una que parte desde Sant Quirc y la otra desde el Botanal. Este último recorrido, de más dificultad, queda reservado para aquellos con una buena condición física, ya que además de ser más técnico, la falla que transportan es mucho más grande. “Recuerdo que antiguamente solo hacíamos la fiesta entre los del pueblo. Desde el reconocimiento de la Unesco el turismo ha estallado y estamos al límite, lo que supone más trabajo logístico, pero también tiene su parte buena. Es bonito ver a tanta gente disfrutar de la fiesta”, afirma. En este sentido, Alins es uno de los pueblos más abiertos en cuanto a compartir la tradición con foráneos. Cada año pone a la venta unas 250 fallas a un precio simbólico de 15 euros cada una para quienes quieran vivir la experiencia en primera persona. “No creo que esto suponga desvirtuar el sentido de la fiesta”, concluye.
n La Pobla de Segur volvió a vivir el martes una de sus noches más emblemáticas con la tradicional bajada de falles desde la montaña de Santa Magdalena. Jordi Etxalar, un veterano fallaire, explica que, a pesar de una lesión en el tobillo que le impidió descender con su antorcha, no quiso perderse la cita y se unió a la celebración en el pueblo junto al resto de participantes.