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BIODIVERSIDAD

Los animales salvajes causan el 57% de los accidentes de tráfico en Lleida

Los expertos advierten de la dificultad de actuar sobre la fauna para evitar los más de 30 accidentes de circulación semanales en los que se ven implicados en Lleida. Las capacidades de tipo visual y auditivo impiden a ciervos, corzos o jabalíes esquivar un vehículo que vaya a más de 60 km/h

Los accidentes de tráfico con animales implicados, como este con un jabalí, ya suponen el 57% de los siniestros en las carreteras de Lleida.

Los accidentes de tráfico con animales implicados, como este con un jabalí, ya suponen el 57% de los siniestros en las carreteras de Lleida.

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"Piensa usted que esas señales de tráfico están puestas ahí para los ciervos? Están para que nosotros, los conductores, reduzcamos la velocidad. Aunque para muchos es como si realmente estuviesen ahí para los ciervos”, expone la bióloga y divulgadora científica Mary Roach en Crímenes animales (Capitan Swing, 2025), libro en el que explora “la curiosa ciencia de los conflictos entre el hombre y la vida salvaje, una disciplina en la encrucijada del comportamiento humano y la biología de la vida salvaje”.

Uno de esos conflictos se vive en las carreteras, y con especial intensidad en las de la demarcación de Lleida, donde en los dos últimos años se han registrado casi 3.500 accidentes con animales silvestres involucrados. Suponen el 57% del total y en la mayoría intervienen jabalíes, ciervos o corzos; y automovilistas, claro.

“Se trata de una interacción. Ponemos el foco en los animales, pero en la accidentalidad influyen también las infraestructuras y el aumento de los desplazamientos”, anota Miguel Ángel Hernández, biólogo y responsable del área de Conservación de la Naturaleza de Ecologistas en Acción, quien propone “poner el acento en los factores que podemos controlar. Y a los animales no podemos controlarlos”. “Normalmente hay mayor capacidad de reacción en el conductor que en el animal. Por eso la clave está en reducir la velocidad en las zonas de riesgo”, añade.

En el fondo subyace una cuestión evolutiva, apunta Roach: “Los mamíferos y las aves, sensatamente, perciben los coches que se acercan como depredadores. Pero el cálculo les falla en la autopista o en una carretera rural. Porque, ¿qué depredador se te echa encima a cien km/h? Evolutivamente hablando se trata de algo nuevo”. Varios estudios apuntan que carecen de margen a más de 60 km/h.

A eso se le añaden las peculiaridades visuales y auditivas de los animales que con mayor frecuencia intervienen en los accidentes de tráfico.

El jabalí, dotado de un olfato y un oído privilegiados, es miope, su complexión le lleva a caminar cabizbajo y su carácter hace que, si siente peligro, embista. “Si ve un foco, lo que percibe no es un objeto metálico como el coche sino un punto de luz que se acerca, pero lo deslumbra y eso hace que se quede quieto”, indica Hernández.

El ciervo y el corzo, ambos de actividad crepuscular como el jabalí, algo que se debe a la mayor posibilidad de toparse con depredadores de día, tienen buen oído y buena vista, esta última con la peculiaridad de ser de tipo periférico: opera como un radar por los flancos pero resulta borrosa frontalmente, lo que les impide detectar el acercamiento de un vehículo.

Además, explica Roach, “cuando está oscuro, los ciervos no vinculan necesariamente las lucecitas con el gran coche que las emite. Los puntitos de luz no son una amenaza perceptible” para ellos. Y luego están los colores. Un cérvido ve con mayor claridad los colores azulados, y también los verdes y marrones, mientras “percibe el rojo y el naranja como una ausencia de color”.

A esas peculiaridades, que dejan prácticamente en manos del conductor la posibilidad de evitar un accidente, se les añaden otras derivadas de la altura. Por un lado, reduce una eventual alerta del conductor al dificultar que vea los destellos reflectantes que, por una especie de espejo de sus retinas llamado tapetum lucidum, emiten los ojos del cérvido al proyectar hacia ellos un foco. Y, por otra, eleva la potencial gravedad en caso de frenazo, ya que el morro del coche baja y eso aumenta las posibilidades de que el cuerpo del ciervo o el corzo impacten con el parabrisas o el capó.

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