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Madrid protege casi 300 kilómetros de cañadas de Lleida y excluye los pasos fronterizos

Incluye la ruta de Alcarràs y Bellvís a Vielha en la Red Nacional de Vías Pecuarias

Imagen de archivo del traslado de un rebaño de ovejas por una vía pecuaria en el Pirineo de Lleida.

Imagen de archivo del traslado de un rebaño de ovejas por una vía pecuaria en el Pirineo de Lleida.

Lleida

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El Gobierno central está tramitando una reforma de la normativa sobre vías pecuarias que incluirá en la red estatal los casi 300 kilómetros de rutas ganaderas que van del Baix Segre y el Pla d’Urgell a la Val d’Aran, aunque el proyecto omite los itinerarios que atraviesan las zonas con mayor cabaña ovina de la demarcación y los pasos pirenaicos.

El Miteco (ministerio de Transición Ecológica) ha puesto en marcha los trámites para proteger el trazado de rutas ganaderas históricas que suman 288 kilómetros que discurren por Lleida y la Franja, y que van a ser incluidos en la Red Nacional de Vïas Pecuarias.

La practica totalidad de ellas se integran en el llamado Camí Ramader de la Ribagorça y en sus ramales principales. El eje nace en el sur en Bellvís y en Alcarràs, tiene su extremo norte en Vielha y discurre por la Llitera y la Ribagorça oscense. El motivo de su inclusión en la red estatal es que afecta a dos comunidades.

Sin embargo, quizás resultan más llamativas las exclusiones: la selección de rutas omite los itinerarios que atraviesan el Pallars y la Noguera, que concentran casi la mitad vdel censo ovino de la demarcación con cerca de 100.000 cabezas, y también la media docena de pasos fronterizos de Aran y otros como los de Sant Joan de l’Erm a Andorra y de Beret a Francia, cuando sí figuran los de Navarra, Huesca y Girona.

El ministerio acaba de cerrar la fase de consulta pública del real decreto con el que prevé actualizar la normativa estatal sobre las vías pecuarias, cuya última versión data de mediados de 1995, y cuyo objetivo principal consiste en actualizar su mantenimiento y su catalogación.

El nuevo texto incluye el mandato de efectuar “el seguimiento periódico de las vías pecuarias que integran la red (...) con el fin de garantizar y asegurar su integridad”.

“Estos grandes trazados constituyen un verdadero patrimonio no solo natural, sino histórico y cultural, por lo que es necesario dar herramientas para que se continúe protegiendo del constante intrusismo, se evite el paulatino abandono de su uso ganadero y sus usos comunes, compatibles y complementarios con la transhumancia”, señala la exposición de motivos del borrador del decreto, que destaca la necesidad de “aunar criterios” a escala estatal para “garantizar la continuidad y coherencia de estas vías”.

En este sentido, destaca su función como “corredores ecológicos” y como “mecanismo para lograr la conectividad ecológica del territorio”, que se suma a otras como las de favorecer “la práctica de la transhumancia, el pastoreo y los movimientos de la ganadería extensiva” y conservar “el patrimonio histórico y cultural asociado”, aunque se trata de una actividad en claro retroceso.

A esas finalidades se les añaden otras, básicas para el mantenimiento físico y demográfico del mundo rural, como “compatibilizar” las funciones anteriores con “su papel como vía de comunicación rural”, facilitar actividades como el ecoturismo y, también, efectuar una “contribución a las políticas de prevención de incendios forestales mediante la creación o mantenimiento de discontinuidades en el paisaje”.

“Es difícil que se respeten si hay menos animales”

“Cada vez es más difícil que se respeten las cabañeras, porque casi no quedan animales”, explican Eva y Eric España, dos ganaderos de ovino de la Val d’Aran. Mantienen la actividad y su rebaño practica la transhumancia, aunque, como en la mayoría de las explotaciones, los traslados se realizan en camión. La cabaña de ovino, cuyo pastoreo sido históricamente clave para el mantenimiento del monte, se ha reducido en más de un 40% en lo que va de siglo. Concretamente, el número de cabezas pasó de 360.626 a 208.961 entre los censos de 1999 y de 2020, con un descenso más acusado en el llano (-109.000) que en el Pirineo (-42.000). 

El descenso de la cabaña, cuya recuperación suma proyectos en los que la conservación del medio se suma a la producción de carne y otros productos alimentarios, ha corrido en paralelo a la eliminación de muchas de esas rutas, a menudo por la expansión de los cascos urbanos y en ocasiones por la construcción de infraestructuras. “No se han respetado las distancias, los sembrados a menudo invaden el espacio de las cabañeras”, indican los pastores, que anotan cómo en áreas como el Aran el pastoreo y el turismo han acabado por situarse como actividades incompatibles. “En otros países se ha respetado la actividad. En Suiza se llega a reservar espacio para el ganado en las estaciones de esquí con zonas valladas”, señalan. Las rutas del ganado ovino solían ser el eje de circulación de otras mercancías como los minerales.

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