Un vino blanco de mucha altura: Una bodega de Esterri cultiva uva chardonnay a 1.350 metros de altitud
Solo por debajo de los 1.373 de Inázar en Valdepeñas. El segundo vino más alto de Europa se embotellará desde 2026

Esta plantación de uva chardonnay crece desde 2023 a 1.350 metros de altura entre montañas. - FELIPE VALLADARES
La uva chardonnay, originaria de la Borgoña francesa, arraiga prácticamente en cualquier latitud, desde California a Australia y de Chile a Italia. Sin embargo, en pocas ocasiones lo ha hecho a una altitud de 1.350 metros sobre el nivel del mar como la que marca la viña de Esterri d’Àneu donde la cultiva el celler Lo Bocoi d’Àneu. De hecho, solo hay documentado en Europa un viñedo ubicado a mayor altura, la finca El Ático, de la denominación de origen Valdepeñas, donde lleva unos años trabajándola la bodega Alto de Inazares.
En Ciudad Real envasan cada año, desde 2021, menos de 300 botellas, que salen de 13,5º y cuestan 20 €. En el Pallars Sobirà, donde la uva fue plantada en 2023, esperan empezar a hacerlo con la cosecha del año que viene.
El proyecto de la bodega arrancó hace seis años cuando cuatro vecinos, Entoni Salvador, Josep-David Ricou, Guillem Sopena y Ferran Lloret, decidieron probar suerte. “Solíamos ir de viaje al acabar la campaña. Visitábamos bodegas, y un día decidimos probar suerte. Hicimos todo el papeleo y ahí vamos”, resume el último.
“Somos una bodega pequeña, de algo más de dos hectáreas, y no llegamos a las mil botellas”, explica Lloret, quien anota que “lo hicimos también para recuperar unas parcelas que estaban abandonadas y que llevaban cincuenta años sin ser cultivadas”, explica Lloret. “Labramos la tierra, la dejamos un año al aire, como dicen los mayores, y luego la cerramos y recuperamos la cubierta vegetal”, anota. Intentan evitar al máximo el uso de productos químicos.
En esa primera zona, ubicada a 1.030 metros de altura y junto al camino que va de Esterri a València, comenzaron a cultivar la uva de las variedades garnacha tinta y sirah con las que elaboran el Serrat de Simboi, cosechado a mano por vez primera en 2020 y embotellado en 2021, y la chardonnay y la viogner de las que han salido las dos primeras añadas de Becuda.
“Intentamos que los nombres tengan alguna lógica” y vínculo con la tierra: el Serrat de Simboi es, según dejó escrito Cinto Verdaguer, la cima donde los Comtes del Pallars juraban su fidelidad a los pallareses al asumir el cargo; Becuda, “era el nombre de una bruja, y es un homenaje a las mujeres que fueron perseguidas por brujería”.
El segundo proyecto, el del chardonnay de altura, resulta emblemático de la adaptación a las zonas de montaña, y al cambio climático, de cultivos que tradicionalmente se localizaban en el llano. De hecho, esa uva suele arraigar entre los 500 y los 900 metros.
“En el valle hay heladas hasta el mes de junio. Pero nos dimos cuenta de que subiendo 300 metros ganamos entre cinco y seis grados de temperatura y estamos en una zona en la que no hay heladas cuando la vid ya está haciendo la uva”, apunta Lloret. Esa ubicación sí garantiza, al mismo tiempo y por el contrario, las más de 300 horas anuales de descanso bajo cero que requiere la viña y que ya no se alcanzan en muchas de las denominaciones de origen de la península.
El de las heladas no es el único problema que han tenido que solucionar. “Los estorninos arrasan la uva blanca. El año pasado salvamos la mitad de la cosecha poniendo redes y este año las hemos extendido a todas las plantaciones”, recuerda.
Eso, con las plantas que ya dan uva, algo que se retrasó en el chardonnay de mayor altura: “entraron las vacas y se comieron los brotes. Ahora el prado está vallado, cerrado”, explica.