Canal d’Urgell: la conquista del oeste en la Catalunya del siglo XIX
Un documental narra la construcción de esta gran infraestructura que transformó el Clot del Dimoni en un vergel. A través de las voces de Maribel Pedrol y Francesc Canosa

La presentación del documental se llevó a cabo el pasado viernes. - FUNDACIÓ CANALS
Durante la segunda mitad del siglo XIX, coincidiendo con la Conquista del Oeste norteamericana, Catalunya protagonizó su propia transformación: la construcción del Canal d’Urgell. Fue una historia de visión, sufrimiento y transformación que ha sido recuperada en el documental El Canal d’Urgell. La conquesta del secà, producido por Trèvol TV con el apoyo del Institut d’Estudis Ilerdencs (IEI). El reportaje está narrado por la directora de la Fundació Canals d’Urgell, Maribel Pedrol, y el periodista y escritor Francesc Canosa. Su estreno tuvo lugar el pasado viernes en la sala de actos de la Casa Canal de Mollerussa.
Tal y como se explica en dicho documental, el Canal d’Urgell empezó a construirse después de cinco siglos de proyectos fallidos. Finalmente, en 1852, bajo la dirección de Manuel Girona, uno de los empresarios más influyentes de la burguesía barcelonesa, se aprobó el proyecto definitivo. La familia Girona vio en aquel Clot del Dimoni una oportunidad de convertir el oro del viejo oeste americano en oro verde: fruta, cereales y progreso del territorio.
Entre 15.000 y 16.000 personas participaron en la construcción del canal, muchas de ellas en condiciones extremas. Más de 9.000 trabajadores eran campesinos y jornaleros locales que buscaban un salario para sobrevivir, mientras que más de 6.000 eran presos procedentes de cárceles como Burgos y Tarragona, que subían encadenados por parejas para trabajar a cambio de redención.
Las enfermedades, los ahogamientos y los accidentes eran constantes, y muchos perdieron la vida. En el momento de máxima actividad, hasta 1.200 presos trabajaban simultáneamente en el túnel de Montclar, que fue el gran desafío técnico de esta obra: una galería de 5 kilómetros excavada a pico y pala. Cuando estuvo terminado, se convirtió en el más largo de Europa.
Cuando el agua empezó a regar, en 1861, la ilusión duró poco. Los campesinos, acostumbrados al secano, no sabían trabajar con agua. Las tierras no tenían drenajes ni desniveles, y el agua quedaba estancada, convirtiéndose en un foco de paludismo. Pueblos como Linyola perdieron hasta el 70% de su población adulta en edad de trabajar, tal y como apunta Pedrol. Asustada, la gente llegó a maldecir el canal. Lo que debía ser fuente de vida se convirtió en una pandemia mortal.
Hicieron falta entre cincuenta y sesenta años para que la población aprendiera a dominar el agua y adaptar su agricultura a la nueva realidad. Cuando finalmente lo consiguieron, la llanura floreció y se convirtió en un vergel.
El cambio no solo se notó en los campos, sino también en las personas. Según explica Canosa, los niños crecieron una media de seis centímetros más que las generaciones anteriores. Este incremento es un símbolo del progreso: una muestra de cómo la llegada del agua y la mejora en la alimentación transformaron la salud, la fortaleza y el futuro de toda una generación.
Este nuevo documental puede verse a través del canal Mil Històries de YouTube.