Afición a la ‘pedra seca’ en el Meüll
Unas treinta personas aprenden el arte de esta técnica constructiva este fin de semana en el Jussà. La quinta edición del proyecto #RecuperemelMeüll reúne a participantes de todo el país

Los participantes en el curso, trabajando en el muro. - MERCÈ PONS
Una treintena de personas participa este fin de semana en la quinta edición del proyecto #RecuperemelMeüll, que se celebra en el marco de la Semana de la Pedra Seca y que consolida un espacio de encuentro, aprendizaje y cooperación en este pequeño núcleo del término municipal de Castell de Mur. Vecinos y visitantes procedentes de municipios como Vilafranca del Penedès, Agramunt o Manresa se han desplazado hasta el Meüll movidos por el deseo de aprender el arte de la construcción con piedra seca, una técnica declarada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco, y al mismo tiempo contribuir a la recuperación del pueblo. La formación cuenta con el guiaje experto del maestro margenero y paleta Josep Maria Martí Isern, de Martigrup Serveis Constructius, representante de la cuarta generación de una familia dedicada a este oficio. Martí comparte con los asistentes su experiencia, conocimientos y la pasión por un saber transmitido de padres a hijos, que permite levantar muros firmes y duraderos sin emplear ningún tipo de mortero, solo mediante el encaje preciso de las piedras. El curso combina teoría, práctica y convivencia, ofreciendo una experiencia inmersiva que va mucho más allá del aprendizaje técnico. Durante la jornada, los participantes también disfrutaron de una comida popular y de una actuación musical. La iniciativa cuenta con el apoyo del Geoparc Orígens, el ayuntamiento de Castell de Mur y el Ateneu del Pallars. El objetivo es recuperar un muro situado en una de las laderas del pueblo, un espacio que el propio Martí considera idóneo para las formaciones y donde acostumbra a volver con frecuencia para hacer seguimiento de un proyecto que “no para de sumar metros”.
El Meüll, situado a más de 1.000 metros de altitud, es el pueblo más alto del municipio y un espléndido mirador sobre la Conca de Tremp. Empezó a despoblarse a mediados de los años cincuenta, y la última familia marchó en 1972. Hoy apenas seis personas viven allí de forma permanente. Una de ellas es Mercè Pons, que junto a su marido Enric ha abierto dos casas rurales, reactivando la economía local. “La gente viene a estas jornadas muy entregada y con muchas ganas de aprender”, explica Pons, que celebra que “cada año el pueblo esté un poco mejor y más atractivo”.
El proyecto organiza jornadas de trabajo dos veces al año, en primavera y otoño, en las que se crean vínculos entre voluntarios y vecinos. Para Martí, “entre todos hemos creado un proyecto abierto, que dignifica este precioso pueblo”. Algunos participantes repiten año tras año, atraídos por la convivencia y la posibilidad de contribuir a conservar un patrimonio que forma parte de la identidad del Pallars.