Hermenegildo Pallarés, pastor: «El oficio de los pastores está siendo reconocido, aunque sea a su final»
Nacido en Aulet hace 96 años, ha dedicado más de la mitad de su vida, 50 años, al oficio ancestral de pastor y ha sido nombrado este año como Mayoral de los Pirineos en la Festa de la Girella de El Pont de Suert

Hermenegildo Pallarés
Nació en el despoblado de Aulet. ¿Qué sucedio con su pueblo?
La empresa Enher nos desalojó a todos con la construcción del pantano de Escales. Perdimos más de la mitad de nuestras tierras de regadío. Hubo diferencias entre ricos y pobres. Los adinerados pudieron negociar mejores compensaciones, mientras que las familias humildes recibimos mucho menos.
Ha dedicado la mayor parte de su vida a cuidar ovejas...
Empecé a los ocho años ayudando a mi padre en casa, y a los 12 entré de ‘pastoret’ en una casa donde me daban almuerzo. Mi primer sueldo fue de una peseta al día. Cuando volví del servicio militar, vi que muchos ganaderos ganaban dinero y me lancé a ello. Empecé con poco y llegué a tener 600 ovejas.
Y así dedicó medio siglo a este oficio, llegando incluso a ser el mayoral.
Sí, fui mayoral durante 25 años. El mayoral era el jefe de todos los pastores y rebaños de una comarca. Cuando llegaba el verano, se reunían todos los ganaderos de la zona y le encargaban a un hombre con experiencia, que conociera bien la montaña, que cuidara todas las ovejas durante los tres meses de verano. Algunos veranos cuidaba hasta 2.500 animales. Podía dejarlas tranquilamente en la montaña de noche y dormir, seguro de que al día siguiente las encontraría a salvo.
¿No temía por grandes depredadores en la alta montaña?
Cuando yo nací, ya no había ni osos ni lobos. El último oso desapareció poco después de que yo naciera, en 1929 o 1930. Según me explicó mi padre, el rey Alfonso XIII autorizó a un famoso cazador para que eliminara todos los osos y lobos. Mató más de 60 osos y el rey le premió por ello. Qué diferente es ahora, cuando nos los han devuelto protegidos y los ganaderos están hartos de los ataques.
Hace poco recibió un homenaje por su entrega al oficio...
Fue muy reconfortante que alguien recuerde que esto importa. Cuando eres joven, no piensas en estos reconocimientos. Solo trabajas porque te gusta, porque es tu vida. Yo amaba las ovejas: son animales dóciles, indefensos, cariñosos. Nunca te harán daño. Ahora, con este título, siento que toda una forma de vida —la mía, la de mi padre, la de generaciones anteriores— está siendo reconocida, aunque sea su final. Es importante que los jóvenes sepan que este oficio, aunque ya no tenga futuro, fue dignidad, fue tradición, fue el corazón del Pirineo.
¿Cómo ha cambiado la vida en la Alta Ribagorça hasta donde le alcanza la memoria?
Cuando era joven, toda la tierra se cultivaba. Las ovejas y cabras se ocupaban de controlar el matorral y el fuego era algo controlado. Ahora, todo se ha llenado de maleza. Hace años, en tiempos de Franco, alguien decidió que plantar pinos era la solución. Eso fue un error terrible que dañó mucho al país. Por otra parte, las cosas materiales han mejorado, pero la comarca, la vida en el pueblo, se ha vaciado de sentido. Antes, aunque fuéramos pobres, había ganas de vivir.
Vivió en primera persona la apertura del túnel de Vielha...
Tenía 12 años y acompañaba al que entonces era mayoral para pastar en las montañas de la Val. Cruzamos en junio el puerto de Vielha con aproximadamente 3.000 o 4.000 ovejas, lo que era muy difícil en aquellos días. Pero cuando regresamos, el túnel ya estaba casi terminado y nos dejaron cruzarlo con el rebaño. Fue increíble para un chico de 12 años, aún recuerdo cada detalle.